Lo que faltaba: un ministro de Trump justificó con la Biblia la decisión de impulsar la más cruel de las medidas orientadas a combatir la inmigración irregular: la separación de los niños y sus progenitores, quienes eran luego confinados en centros de internamiento similares a los de un campo de concentración. Una señal más de la patética deriva religiosa que experimenta un país marcado por la creciente desigualdad social. Y Chile… ¿Podría experimentar un fenómeno similar? Pues al parecer sí. Y pocos parecen estar conscientes de eso. 

Se creía que después de George Bush Jr. Estados Unidos había tocado fondo, que nada podría ser peor. Pero llegó Donald Trump, un sujeto tan ignorante como el texano, pero mucho más cerril, derechamente más misógeno, abiertamente más racista y, lo que es peor, orgulloso de todos estos terribles atributos. Dado que la experiencia nos enseña que siempre estamos a tiempo de caer aún más bajo, no sería raro que el próximo presidente de la –todavía- principal potencia del globo sea un personaje aún más delirante y violento. Podría ser un telepredicador, por ejemplo, un tipo de personaje con mucho arrastre en la cultura del país del norte. Cualquier farsante que se crea portador de la palabra de Dios podría asumir como el líder de esa nación empobrecida y decadente.

Y hay señales inquietantes que dan cuenta de una cada vez mayor intromisión de Dios en la discusión política estadounidense, casi como se estuviera allanando el camino para que emerja una figura de ese tipo. La última señal fue la explicación de Jeff Sessions, el fiscal general de EEUU (equivalente al ministro de Justicia), a la hora de justificar la brutal separación de padres e hijos migrantes que hayan sido sorprendidos cruzando la frontera sin papeles.

Citaría al Apóstol Pablo y su claro y sabio mandamiento en Romanos 13 de obedecer las leyes del Gobierno porque Dios ha ordenado el gobierno para sus propósitos”, dijo Sessions. “Los procesos ordenados y legales son buenos en sí mismos. La aplicación consistente y justa de la ley es una cosa buena y moral que protege a los débiles y protege lo lícito. Nuestras políticas, que pueden resultar en separación de familias en el corto plazo, no son inusuales o injustificadas”, agregó.

Nada de esto sorprende a la Asociación Escéptica de Chile, que ve con horror cómo el mundo político confesional, en especial los sectores más fanatizados, han llegado ahora al extremo de escudarse en la Biblia para avalar sus más repudiables acciones.

“En Estados Unidos el mundo religioso mueve muchos votos, tiene mucha energía electoral. Es normal que ahí se justifiquen de ese modo las políticas públicas que impulsen los republicanos”, dice Luis Cárdenas Graide, presidente de la Asociación Escéptica de Chile (AECH), quien agrega que el poder del mundo evangélico ya es manifiesto en las últimas administraciones republicanas: “Aunque aún no se apoderan de la presidencia de Estados Unidos, ellos ya tienen muchas personas influyentes en los círculos de poder, y que en el fondo ya parecen gobernar a ese país. Ellos ya tienen el poder”.

Jeff Sessions, el fanático fiscal general de EEUU.

Lo claro, según Cárdenas, es que esta marcada inclinación señala el grado de empobrecimiento de la sociedad estadounidense y sus crecientes niveles de desigualdad social, un proceso que se acentuó en los años ’80 con la masiva desregulación económica y financiera iniciada por Ronald Reagan.

“La narrativa religiosa empobrece a un país. Esto ya está muy estudiado. No tanto desde la generación de riqueza, pero sí impacta fuerte desde la equidad, impactando el estado de bienestar de un país. Te podrás dar cuenta de que en todo país donde tengas que vértelas por ti mismo y existen altos niveles de desigualdad a la gente más pobre no le queda más que confiar en que Dios podrá prevenir un mal, o bien sacar a la gente del mal momento en que se encuentran. Donde haya más equidad social y un mayor sistema de protección para ir en ayuda de quien le haya ido mal circunstancialmente, donde disponen de instrumentos socialmente concebidos y derechos consagrados, veremos que no hay desesperación ni la necesidad de recurrir a Dios”, señala. “La presencia de Dios es indicadora del grado de desesperación que hay una sociedad”.

Un fenómeno incipiente… pero ni tanto

“Muchas medidas que pudieran efectivamente a mejorar las condiciones de la población puedan ser resistidas por motivos religiosos: aborto, eutanasia, adopción de niños por parte de homosexuales; todas ellas apuntan a que la sociedad pase menos miseria. La religión en política, en cambio, apunta a consolidar la hipótesis del mundo justo, que es lo que prevalece mucho en Estados Unidos, que es la idea de que toda persona que está bien es porque se lo merece y que a toda persona que le fue mal es porque es flojo”, afirma el titular de la AECH.

¿Y en Chile? “En el caso de Chile ese escenario de asunción del mundo evangélico en política aún se ve lejano, pero ya hay señales inquietantes pues ya tienen presencia en el Congreso. El mundo evangélico es un mundo atractivo electoralmente. Al cabo los evangélicos se convierten en clientes y pueden obstaculizar políticas seculares. Son una minoría entusiasta y muy activa”, agrega Cárdenas Graide, destacando -y deplorando- la decisión de Renovación Nacional de otorgar cabida a pastores evangélicos en su última lista parlamentaria.

No obstante lo incipiente del fenómeno, esto no quiere decir que, en la práctica, el estado de Chile sea aconfesional y laico, al menos como lo establece la Constitución. “Tenemos un Presidente (Sebastián Piñera) confesional que constantemente invoca a Dios y su gabinete actúa parecido, y muchos de los que están en el Congreso, si bien no son telepredicadores, cierran filas con otro fundamentalismo como es el del Opus Dei, que representa a uno de los sectores más extremos de la Iglesia Católica”, concluye.

El Soberano

La plataforma de los movimientos y organizaciones ciudadanas de Chile.

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