Cuesta creer cómo hemos regalado nuestros recursos naturales a empresas extranjeras que casi no pagan impuestos en Chile; empresas que nada dejan salvo los relaves, la contaminación masiva con metales pesados, la destrucción de comunidades y familias, pegas mal remuneradas y una larga estela de corrupción que favorece esta forma de proceder. Una reflexión necesaria ahora que volvemos a conmemorar la nacionalización del cobre en 1971, proceso que contó con la aprobación unánime del Congreso Nacional.

Julián Alcayaga O.
Economista y abogado

Desde que el precio del cobre superó los 3 dólares la libra se reactivaron los proyectos de inversión minera en Chile, lo que ha sido celebrado por diversos medios como un gran beneficio para el país. Documentando la reactivación de la inversión minera el año 2017, Cochilco publicó un informe titulado precisamente así, Inversión Minera en Chile”, en el que celebra que la inversión minera proyectada para el período 2017-2026 alcance un
monto de US$ 64.856 millones.

Sin embargo, el Anuario de Cochilco 2016, al reportar la tributación de las 10 mayores mineras privadas, nos informa que para el ejercicio 2016 ella alcanzó la ridícula suma de US$ 17,6 millones. En el mismo ejercicio, el mismo cuadro informa que la tributación de Codelco alcanzó a US$ 950,8 millones, mientras que Enami tributó US$ 8,8 millones.

Esto quiere decir que Codelco tributó 520,4 dólares por tonelada de cobre producida, Enami 60,90 dólares, y las grandes mineras extranjeras apenas 4,60 dólares por tonelada de cobre que se llevaron de nuestro país. Esa es la diferencia entre la producción estatal y la producción privada de nuestro mineral.

Esa es la inversión extranjera en el país que celebra El Mercurio, Cochilco, el gobierno, el Consejo Minero, la Sonami, y todos aquellos que rajan vestiduras en favor de la inversión extranjera. Por ignorancia los más, y por jugosas “coimisiones” los menos, gracias a boletas de honorarios por servicios no prestados como quedó en evidencia en los juicios Penta y SQM.

La inversión extranjera en la minería, se mire como se mire, es funesta, infamante, escandalosa, inicua, vil… Además, sigue siendo absolutamente innecesaria. Chile, después de la nacionalización del cobre, nunca necesitó de inversión extranjera para desarrollar su minería. Codelco, entre
1973 y 1989, aumentó su producción desde 615 mil toneladas a 1 millón 243 mil toneladas, doblando su capacidad productiva.

Si agregamos las 50 mil toneladas de aumento de la producción de Enami, el Estado chileno financió el aumento de la producción mundial de cobre en 678 mil toneladas. Todo el resto de empresas mineras del mundo, en el mismo período de tiempo, aumentó la producción en solo 599 mil toneladas.

En el periodo 1973 y 1989 el Estado de Chile –Codelco y Enami– pudo financiar más de la mitad del crecimiento mundial de la producción de cobre. Esa es la prueba más contundente que Chile no necesitaba de ninguna manera la inversión extranjera para desarrollar su minería.

No hubo en los años ochenta del siglo pasado, ni en los años noventa, ni en este siglo, ninguna justificación económica para la inversión extranjera en nuestra minería. El Estado chileno podía financiar con sus propios medios, de manera planificada y progresiva, el desarrollo de la minería en modo tal de no generar sobreoferta, manteniendo un justo precio del cobre y del molibdeno.

La inversión extranjera que se expandió de manera considerable y catastrófica para la economía chilena a partir de 1990, no es el fruto de la conversión ideológica de los dirigentes de la Concertación, que la facilitaron, sino a la corrupción. Los juicios Penta, SQM y Sernapesca lo acreditan, al tiempo que esos casos no son sino la punta del iceberg de la gran corrupción que se paga desde y hacia cuentas secretas en paraísos fiscales de las Islas del Caribe.

Algunos interesados expertos, defendiendo el “aporte” de la minería extranjera, dicen que ha generado una considerable expansión del empleo en la minería. Sin embargo eso no es sino un espejismo típico del desierto: la realidad es muy diferente.

Según las cifras de los Anuarios de Cochilco, en 1990 el personal ocupado en la minería del cobre era de 46.248 personas. De las cuales 20.484 trabajaban en la mediana y pequeña minería, o sea el 45% del total. Diez años después, el año 2000, el empleo en la minería del cobre era de 33.637 trabajadores, del cual solo 5.036 en la mediana y pequeña minería: 15.448 trabajadores menos que en el año 1990.

Salvador Allende, en ceremonia por la nacionalización del cobre, 11 de julio 1971.

El empleo en la gran minería, incluyendo a Codelco, pasó de 25.674 personas en 1990, a 28.601 el año 2000, con un aumento de solo 3.073 trabajadores. Sin embargo, la producción de cobre de la gran minería pasó de 0,13 millones de toneladas a 2,7 millones de toneladas. Hablando de productividad…

En la pequeña y mediana minería el empleo bajó en 15.448 trabajadores entre 1990 y el año 2000, por efecto de la catastrófica caída del precio del cobre provocada por el colosal aumento de la producción de cobre en Chile por la gran minería extranjera.

En suma, entre 1990 y el año 2000, época del auge de la inversión extranjera en la minería, se produjo en Chile un colosal aumento de la producción de cobre por las transnacionales mineras, pero el empleo, en vez de aumentar disminuyó en cerca de 13 mil trabajadores, según las estadísticas de Cochilco.

Ello fue el producto de la eliminación de empleo en la pequeña y mediana minería, como consecuencia del desplome del precio del cobre que pasó de 1,50 dólares en 1990 a solo 0,70 dólares el año 2000. Caída del precio ocasionada por la colosal sobreproducción de cobre de las empresas extranjeras.

La gran minería, que exporta esencialmente concentrados, sin fundir ni refinar el cobre en Chile, genera poco empleo: el proceso productivo es altamente automatizado y algunos procesos han sido robotizados. Informes del SII prueban que, hasta el año 2004, solo Minera Escondida pagó impuestos de Primera Categoría –US$ 490 millones–, pero el resto de las mineras extranjeras, entre las cuales Los Pelambres, no pagaron un solo peso de impuesto a la renta. Varias de ellas no pagaron ningún impuesto hasta el año 2006.

Con el aumento del precio del cobre, en el periodo 2006-2016, el Impuesto de Primera Categoría pagado por las 10 principales mineras rondó los US$ 18.000 millones. En ese mismo periodo de tiempo, Codelco, que produce menos de la mitad de las mineras extranjeras, aportó excedentes al Estado del orden de US$ 52.000 millones.

Lo que precede pone en evidencia lo nefasto e innecesario de la inversión extranjera en la minería. Por el contrario, la Nacionalización de la Gran Minería del Cobre le ha aportado al país más de US$ 120.000 millones. Es una de las razones por las que la Nacionalización es el mayor éxito económico de la toda la historia de Chile.

Este 11 de julio celebramos el 47 Aniversario de la Nacionalización del Cobre, Día de la Dignidad Nacional y orgullo de los chilenos.

Julián Alcayaga

Economista, Abogado y contador. Defensor y Promotor de la Renacionalización del Cobre.

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1 comentario

  1. Muy cierto lo que se indica y la solucion esta solo en nuestras manos! Nosotros hemos permitido y seguimos permitiendo que estas empresas no tributen casi nada, se lleven concentrados de cobre cargados con molibdeno, plata, oro, hierro, cobalto y mucho mas sin ninguna consecuencia.

    Toda la mineria o explotacion de cualquier recurso «agotable» debiese estar sujeto a un «royaltie» ineludible para invertir en otras actividades que aseguren la generacion de ingresos y empleos una vez que esas faenas terminen.

    El unico recurso infinito, distintivo e inagotable de Chile es su gente, clima y medio ambiente. Es precisamente aqui donde debiesemos invertir esos millonarios recursos que son «extraidos o succionados» frente a nuestras narices.

    Los recursos sobran, falta corage, honestidad y transparencia.

    Que se hace con las platas de las AFP’s? Financiar empresas extranjeras para que nos «esquilmen» en vez de contribuir al fortalecimiento y desarrollo de nuestra nacion.

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