Los lectores también nos nutren de contenidos que interesan a la sociedad civil organizada o ávida de participar en la cosa pública, acaso lo único que puede rescatar al país de la severa crisis de representación y corrupción que le aqueja. El tema que aquí se presenta apunta a la manera en que la élite político-empresarial logra dividir a sus detractores. Ojo: la mayoría de las veces logran tener éxito.
*Abraham Pastene
lector de El Soberano
Nos decían en el colegio, en séptimo básico, que «Política» venía del griego y que significaba «asuntos de la ciudad» y que «democracia» significaba «gobierno del pueblo». O de la gente. Hoy, vemos y encontramos de lo más normal que cuando se alzan personas exigiendo cambios a las condiciones en que vive la mayoría, cuando se denuncian casos de corrupción o leyes cooptadas por el poder económico, se les apunte como «populistas». Mucho más cuando hay personas que se alzan como líderes de opinión y comienzan a generar, a su alrededor, movimientos ciudadanos. O que, derechamente, entran en política poniendo en la palestra las necesidades comunes de la mayoría, presionando públicamente para que el Estado se haga cargo de estas necesidades de la mayoría.
Resulta contradictorio que la sociedad misma desconfíe, per sé, de toda persona que intente abrir el debate frente a problemas que nos atañen a todos. Muchos reclamamos por las dietas parlamentarias exageradamente altas, sobretodo considerando la natural desconfianza que tenemos de una clase política que legisla a espaldas del pueblo favoreciendo los intereses de unos pocos. Pero cuando aparecen dos diputados (Boric y Jackson) proponiendo una rebaja de la dieta, se les apunta con el dedo por lo «populista» de la iniciativa. O cuando se sugiere una nueva ley de royalty minero que permita financiar cambios estructurales en la educación. O cuando se propone anular una ley hecha por y para empresarios, a punta de sobornos. O cuando se pretende regular el gasto electoral. O las platas municipales. O, más reciente, cuando se pretende solucionar conflictos en Freirina, Chiloé, Caimanes, Aysén, Magallanes.
Caemos en el juego que arman esos mismos poderes económicos que nos dividen, subyugan y debilitan. Les creemos a los medios que nos mienten a diario: no le crea a este candidato, no le crea a este dirigente, no le crea a este político, porque sólo buscan su voto, sólo le dicen lo que quiere, y necesita, escuchar. Pero, a la larga, los populistas son los que se han perpetuado 26 años en los mismos cargos, rotando de asiento en asiento, prometiendo siempre cosas que nunca cumplieron. Que caigan en el saco la DC, el PPD, el PC, RN, la UDI y la misma CUT es culpa nuestra, de todos, quienes hemos desconfiado de las caras nuevas e independientes, que han rechazado unirse a los mismos de siempre y quienes les hemos negado la oportunidad de participar. Es cierto que hay peligros. Y es muy probable que esos peligros se hagan realidad. Pero aquí no vale el dicho de que «más vale diablo conocido que por conocer».
Debemos hacernos cargo de las oportunidades que se nos están brindando (Como la iniciativa ciudadana para participar de la nueva constitución). Que serán débiles, mediocres y todo lo que usted quiera. Pero que son lo que tenemos a mano. Mal que mal, son muy pocos los que están dispuestos a pelear en la calle los cambios que la sociedad requiere. Es la única manera de intentar que nuestra democracia vuelva a ser la SOBERANÍA DEL PUEBLO. Y que nos hagamos cargo de la política, de los asuntos de nuestra sociedad.