Como hay tanto en juego, los estrategas políticos y juristas del conservadurismo chileno hace rato que coquetean con una nueva movida… Primero probaron con la idea de desconocer la “hoja en blanco”, pero no les resultó. Luego sugirieron suspender el proceso a consecuencia de la pandemia, pero tampoco les está resultando (hasta ahora).
¿En qué consiste la nueva estrategia del Gobierno y Chile Vamos para que naufrague el proceso constituyente? Piden que, antes de ser sometido a votación popular, el texto resultante en general sea votado en la misma asamblea, donde deberá obtener una aprobación por dos tercios (⅔) de los votos.
Todos suponíamos que la votación sería norma por norma, una por una, y no sobre un texto en general. ¿Cuál es el problema? En los hechos, esa votación constituiría un velado derecho a veto en favor de una minoría. ¿Tiene asidero la interpretación de Chile Vamos? ¿Es una lectura mañosa?
Paso a paso: Cómo se construirá la nueva Constitución
¿Qué sabemos del proceso constituyente en caso que gane la opción “apruebo”? Pues que se discutirá sobre una hoja en blanco y que los miembros de esa asamblea votarán una a una las normas constitucionales bajo un quórum de dos tercios (⅔). Si la norma discutida (un ejemplo: consagrar el derecho a la “seguridad social”) no logra traspasar tan alto umbral de aprobación, entonces quedará fuera del texto constitucional, por lo que deberá ser discutida -si llega el caso- en el futuro órgano legislativo como cualquier ley con mayoría simple. Y claro: después, ese texto resultante debería ser ratificado por la ciudadanía en un plebiscito “de salida”. O eso creíamos…
Ahora resulta que la derecha quiere que este texto sea votado en general en la misma convención antes de someterlo a plebiscito, y encima con el famoso quórum de los dos tercios.
La estrategia para mantener las cosas tal como están
Es una curiosa interpretación al acuerdo llegado el 15 de noviembre en el Congreso que, a juzgar por lo que afirman destacados constitucionalistas, bien puede constituir una nueva estrategia para mantener las cosas tal como están.
¿En qué quedamos? ¿Es verdad que se tendrá que votar el texto íntegro en la asamblea al final de toda la discusión? Lo cierto es que la insistencia del reclamo comprueba el interés del Gobierno y el oficialismo de evitar, a toda costa, la inclusión de contenidos que no empaten con su concepción de la vida en sociedad.
Para el abogado constitucionalista y académico de la Universidad Diego Portales, Domingo Lovera, la lectura que hacen en Chile Vamos “no encuentra sustento ni en el espíritu ni en el texto del capítulo 15 de la Constitución aún vigente. ¿Qué es lo que dispone la actual regulación? Que la convención deberá aprobar por dos tercios de sus miembros las normas de la nueva Constitución y el reglamento de funcionamiento de la nueva Constitución”.
El argumento de la derecha
¿Qué origina esta interpretación del acuerdo? El profesor Lovera recuerda que los mismos jurisconsultos de Chile Vamos creen que así evitarían eventuales “incoherencias” en la futura carta magna. “Ello ocurriría”, sostiene Lovera a modo de ejemplo, “si se le entrega al Presidente la facultad de remover a los comandantes de las Fuerzas Armadas, mientras que en otra disposición se establece la inamovilidad de los mismos. Eso es una incoherencia”.
El problema es que la explicación brindada por la derecha no es del todo satisfactoria ni sus temores de fondo bien justificados. “Esperamos que la nueva Constitución no sea incoherente”, señala el académico UDP a renglón seguido. Y aclara un aspecto clave de esta materia: “El derecho constitucional en general se expresa en términos vagos y ambiguos. Requiere interpretación, requiere lectura, requiere acordar muchas veces una determinada bajada de ese texto. Hay muy pocas normas que no requieren una lectura o una interpretación, como, por ejemplo, el hecho de que para ser candidato a la Presidencia de la República uno tiene que tener 35 años de edad cumplidos. Pero el resto de todas las disposiciones admiten, en rigor, un tipo de interpretación”.
“No es posible ni viable lograr un texto que sea enteramente coherente, sino más bien la idea es evitar que se produzcan contradicciones evidentes”, añade. “¿Cómo evitarlo?”, se pregunta Lovera, a lo que él mismo responde: “Conformando una secretaría técnica que se encarga de hacer esas advertencias. Pero no es imprescindible ni es la única forma de prevenir esas contradicciones”.
El temor de una minoría a la expresión ciudadana
Si la idea de someter a votación el texto en general que emane del constituyente -con un quórum de dos tercios- nunca estuvo ni en la letra ni en el espíritu del acuerdo… ¿Qué pasó entonces aquí? ¿Es una interpretación que eche raíces en la buena fe? La lectura más racional de todas se hace, para variar, en clave eminentemente política.
“Este reclamo muestra que hay un sector que nunca estuvo conforme con el acuerdo al que se llegó”, indica el académico. Lo importante es que el temor de una minoría a la expresión ciudadana y popular revela que el acuerdo conseguido es, ante todo, genuino, y debería despejar las pocas reticencias que persisten en medio de este debate político, acaso el más importante que hemos tenido desde 1990.
“(Esta preocupación de Chile Vamos) permite matizar esas voces (de izquierda) que al principio reclamaban que el quórum de los dos tercios no era otra cosa que una extensión de la trampa del texto del ‘80 para la redacción de la nueva Constitución. Esas visiones críticas no lograban apreciar que el quórum de dos tercios funciona sobre la base de una hoja en blanco”, recuerda Lovera. Esto porque en ningún caso, según los especialistas, serán las viejas normas constitucionales de Pinochet las que ocuparán los espacios vacíos que deje la falta de acuerdo, como en algún minuto interpretó el hoy canciller Andrés Allamand.