Pasó lo único que podía pasar: un gobierno de derecha centra el terremoto social desde la perspectiva de la seguridad. Si bien se declaró dispuesto a crear una plataforma de discusión sobre la desigualdad, hay quienes creen que Sebastián Piñera en ningún caso sentará las bases de un diálogo amplio orientado a definir un nuevo pacto social. Tal es el caso del penalista y secretario de la Fundación Ciudadanía y Justicia, Mauricio Salinas, quien cree que el gobierno hará todo para sortear la discusión de fondo.
El Presidente Piñera no cambia el guión. Todo su enfoque está puesto en la violencia que esta clase de reventones sociales genera en cualquier parte del mundo, independiente de su nivel de ingreso. Ha llegado a decir que las protestas son el resultado de un grupo que trabaja organizadamente para propagar el caos. Su idea es restringir la discusión a una esfera que excluye la cuestión de fondo: el empobrecimiento que advierte la población y las condiciones estructurales que propician una desigualdad lacerante, cada vez más insoportable.
El terremoto social es delicado, y su evolución es incierta. Pero hay dos cosas que no podemos esperar del Gobierno de derecha: una autocrítica genuina y una real voluntad de introducir transformaciones que pasan -todas, absolutamente todas- por redistribuir poder y riqueza.
“Tenemos un problema grave porque el discurso basado en el orden carece de contenido y legitimidad, mientras que los personajes que transportan ese mensaje también carecen de legitimidad. ¿Cuál es la autoridad moral del Presidente Piñera para exigir a otros que se comporten conforme a derecho? Lo que se busca con todas estas acciones es amedrentar, escalar la violencia, provocar, pues este gobierno no tiene otra herramienta política para actuar frente a un sistema donde sus intereses son los hegemónicos”, asegura el abogado penalista y secretario de la Corporación Ciudadanía y Justicia, Mauricio Salinas.
Asimismo, Mauricio Salinas apostó a que el gobierno tampoco abordará las causas profundas de la violencia:
“En ese afán estaría obligado a cuestionar las características de una sociedad que les ha resultado muy beneficiosa. Tendrían que dejar de ser lo que ellos son, y eso es imposible. El problema es que este conflicto carece de una elaboración política y de intérpretes legítimos que ayuden a canalizar esta energía para convertirla en transformación social. No hay nada de eso. Tampoco hay algo de eso en el Frente Amplio o en otros sectores de izquierda”.
“Hace unos pocos años el FMI avisaba a los gobiernos de América Latina de la necesidad de abordar las ‘desigualdades excesivas’. No ‘desigualdades’ a secas, sino que ‘excesivas’. El FMI advertía de ‘estallidos’ sociales. Pero el solo estallido no basta para transformar. La idea del FMI es aminorar o atenuar la desigualdad pero sin cambiar las condiciones de producción y las estructuras de poder que hay en una sociedad. Ahí no hay perspectiva de cambio. Es como decía Margareth Thatcher: ‘No hay alternativa’. O como decía Francis Fukuyama: ‘Es el fin de la historia’, que en el fondo es la misma cosa”, concluyó.