¿Cómo funcionan los sistemas previsionales en países donde se pagan pensiones decentes? Muchos economistas y políticos deshonestos hablan de las virtudes de un sistema de AFP pese a que no cumple con su objetivo primordial. ¡Qué importan sus rentabilidades o que contribuyan al ahorro si no pagan pensiones decentes! Mientras el candidato Gabriel Boric anuncia el fin del sistema tal y como lo conocemos, he aquí un texto clarificador acerca de cómo operan los sistemas de pensiones exitosos. Y ojo: nada de lo que leerá en las siguientes líneas es como en Chile.
*Luis Abarca
Periodista y escritor, dese Australia
El estallido social de octubre del 2019 mostró al resto de las naciones del mundo la mentira del “milagro chileno”, y las cuatro heridas abiertas por las que se desangraba el modelo: Desigualdad, Educación, Salud y Pensiones.
En todas las entrevistas que corresponsales internacionales le hacían a los manifestantes; en todas las conversaciones con líderes sociales, esos eran los cuatro temas dominantes, entre muchos otros. Pero, las pensiones eran el tema candente, porque tocaban un asunto aterrador: el miedo al mañana.
Los entrevistados entendían, con claridad meridiana que la vida en el Chile actual los llevaba por un camino empinado, cada vez más estrecho e intransitable. Y cuyo final era un abismo: una vejez con pensiones miserables, con las que les iba a ser imposible cubrir sus propias necesidades. Pensiones que los iban a obligar a buscar refugio entre familiares tan desvalidos como ellos. Y que no sólo iban a convertirse en “cargas” sino que iban a sufrir problemas de salud que nadie iba a ser capaz de atender. Es decir, que no sólo se les negaba el derecho a una vejez tranquila y digna, sino que los condenaban a unos últimos años sumidos en la humillación, el dolor y la vergüenza. Y sabiendo que cada día iba a ser peor que el anterior.
Un amigo muy cercano, periodista igual que yo, compañero de la Universidad de Chile, y colega en varios medios —separados, a veces, por períodos de más de 20 años, entre un trabajo y otro—, al consultarle desde el otro lado del mundo, no la opinión que él tenía de las pensiones chilenas y del sistema de las AFP, sino de la opinión del chileno medio, del hombre de la calle, de la trabajadora anónima, me contestó escueta y demoledoramente:
— ¡Dicen que las pensiones son una mierda; y el sistema, una estafa!
En estos días, se discute en el Senado el ”cuarto retiro”. Es un tema que ha servido de intensos debates en la carrera presidencial misma. Y aunque las pensiones no son un asunto que pueda o deba incorporarse en los artículos de la nueva Constitución, ésta necesariamente deberá redactar los derechos básicos de cada ciudadano, que ese documento tendrá que detallar de manera muy clara. Por tanto, no es mala idea mostrar, muy de paso, como funciona un sistema de pensiones civilizado y moderno.
Los “conejillos de Indias” de José Piñera y los Chicago Boys
De acuerdo a recientes estudios de “Mercer Global Pension Index“, los mejores sistemas de pensiones del mundo son los de Dinamarca, Países Bajos y Australia. El estudio compara y entrega puntajes basado en tres factores: a) que es un sistema adecuado; b) es sostenible; y c) tiene integridad.
Curiosamente, el sistema de pensiones en Australia nació a la vida casi al mismo tiempo que las actuales AFP chilenas. Pero bajo un nombre curioso, “Superannuation“, llamada por los australianos por su versión corta: “Super”.
Corría 1980, y en el Chile bajo la Dictadura de Pinochet, el Ministro del Trabajo, José Piñera, en colusión con los “Chicago Boys”, implementó su idea de dar muerte a las tradicionales cajas de previsión que existían hasta entonces: la Caja de Empleados Públicos y Periodistas, la Caja de Empleados Particulares, la Caja Bancaria, etc.
La iniciativa estaba inspirada por ideas del libro “Capitalism and Freedom“, de Milton Friedman, publicado en 1962. Se trataba, como crudamente lo reconocieron sus autores, de “un experimento bajo condiciones reales de vida”. Es decir, los trabajadores chilenos tratados como “Conejillos de Indias”. La iniciativa fue implementada sin ninguna discusión previa y sin que la ciudadanía o imponentes de esas cajas “tuviesen pito que tocar“. Todas ellas fueron empujadas con brutalidad a esta nueva realidad, con excepción, por supuesto, de la “Caja de Previsión de la Defensa Nacional”, la única que permaneció igual que antes.
Y como consecuencia de esa desvergonzada aplicación de la “Ley de Moraga”, desde entonces hasta ahora, 40 años después, los miembros de las FFAA, de general a paje, tienen condiciones de empleo y pensiones infinitamente más generosas que el resto de los chilenos. Y financiadas por el resto del país. La “Ley del Embudo” desfilando a Paso del Ganso, bajo los gallardos acordes de la “Marcha Radetzky”.
El Sistema de Pensiones de Australia
Hace 40 años, se produjo en Australia un viraje político, de la centro-derecha a la centro-izquierda. Tras una década en el poder de un gobierno conservador, en 1983 ganaba la primera de cuatro elecciones el popular laborista Bob Hawke, un ex líder sindical. Con su joven Treasurer (Ministro de Hacienda) Paul Keating, quien lo seguiría en el cargo por otros dos períodos, Hawke implementó profundas transformaciones. Una de ellas, parte de la “Safety Net” (La red de seguridad), fue el sistema previsional y de pensiones.
El plan fue una respuesta al inmenso desafío financiero que se estaba mostrando en todo el mundo occidental: la expansión alarmante de la gente de edad mayor. Se calcula que en los años ‘50 y ‘60 una persona jubilada y/o impedida de trabajar era apoyada por los impuestos que pagaban 10 que sí trabajaban. El envejecimiento de la población en esos países occidentales, muestra que la proporción ha bajado a un jubilado por cinco que trabajan. En el 2050, tres activos van tener que sostener a uno que no trabaja.
Existía una segunda complicación: en Europa occidental, las pensiones eran entre el 60% y el 80% de lo que esas personas ganaban cuando estaban activos. En Australia, era sólo el 25%. Por lo tanto, había que adelantarse a esa bomba de tiempo. Hasta entonces, en Australia, sistemas de fondos de retiro existían sólo para ciertos empleados públicos, o para altos ejecutivos del sector privado.
Entonces, el Primer Ministro, Bob Hawke y su Treasurer, Paul Keating, negociaron con la ACTU (Australian Council of Trade Union), la CUT de los australianos. Y un incremento general de sueldos y salarios, de un 3% para ese año (en Australia la inflación es muy baja), no se pagó en sueldos sino que fue el primer aporte para un sistema de Previsión de Pensiones, pagado por las empresas. Para que los trabajadores tuvieran un fondo creciente de recursos financieros, a los cuales acudir al tiempo de su jubilación. El sistema se financiaría con aportes crecientes, año a año, de la parte patronal. Y estaría basado en “The Three Pillars”, los Tres Pilares, como se les denominó:
Uno: Aporte empresarial obligatorio, llamado Superannuation Guarantee (SG).
Dos: Ahorro voluntario extra del afiliado, incluyendo compra de casa propia.
Tres: Pago de pensión de edad, calculada en base a la riqueza de cada cual.
El sistema de fondos previsionales y pensiones es muy flexible y funcional. El trabajador tiene un sueldo bruto, sobre el que paga impuestos anuales. Los primeros $30.000 dólares no pagan impuestos; luego, suben en forma progresiva. A partir de cierta cantidad, por cada dólar ganado, la mitad se va en impuestos. Pero, además del sueldo bruto, el empleador (gobierno, empresa grande, mediana o pequeña, etc.) debe contribuir con otro décimo de ese sueldo bruto, para depositarlo a nombre del trabajador, en su ”Super“. Se calcula que un trabajador que entre joven al sistema (20 o 25 años), con los aportes del empleador, más los beneficios o ganancias anuales del dinero invertido por la “Super”, va a tener más de un millón y medio de dólares al momento de jubilar. Ese dinero no lo puede tocar salvo en dos excepciones: si a causa de una enfermedad catastrófica en su familia (cónyuge o hijos), tenga que usar dineros extras. A esos pagos los llaman “on compasionate ground” (razones compasivas). La segunda excepción, es si el afiliado está sufriendo “financial hardship“ (penurias financieras).
Otra flexibilidad: el trabajador puede cambiarse de “Super” y también puede depositar dinero extra en su “cartola“, si es capaz de tener ahorros. La gracia, es que ese dinero extra, llamado “salary sacrificie”, le permite bajar su pago de impuestos. Ya que ese dinero, que se lo descuenta la oficina de pagos del empleador, lo deducen del bruto. Y su dinero, en vez de ir al fisco, va a engordar su “cartola”. Ese “sacrificio” tiene un límite de $25.000 al año.
Los dineros permanecen en la “Super” y no pueden ser tocados, salvo las excepciones, hasta que el trabajador cumple 55 años. En ciertas casos, puede sacar una proporción de ese dinero (como depósito para comprar una casa, por ejemplo). Y el resto, queda adentro de la Super mientras espera la edad de la jubilación (los 67 años). Entonces, tiene la opción de jubilarse o de seguir trabajando. Nadie en Australia pude ser despedido a causa de la edad. Eso daría motivo para un juicio legal, que el empleado siempre va a ganar.
“¿Con cuánto dinero dispongo, ahora que estoy jubilado?”
¿Cuánto dinero tienen al llegar a los 67 años? Es difícil decirlo, ya que hay muchas variables. Alguien que comenzó joven, tuvo estabilidad y puso dinero extras, puede haber acumulado más de dos millones de dólares. Otro que tuvo una historia semejante pero sin dinero extra, puede llegar al millón y medio. Muchos salieron del país por años o su vida laboral fue intermitente. Hay extranjeros que se incorporaron tarde al sistema y trabajaron no 40 años sino que 15 o 20. Pero, aún así, se puede decir que la mayoría logra en su “Super“ cifras finales de varios cientos de miles de dólares. Otros, al cumplir 55 años usaron parte importante de su “Super” para comprar su casa propia.
Y aquí viene la maravilla de lo fluido que es el sistema: el trabajador debe decidir qué hacer con el dinero acumulado. Dos opciones: si desea toda la plata junta, llamada “lump sum” (cantidad global); o si desea mantener el dinero en la “Super”, y que ésta le pague una cantidad similar a la que ganaba cuando trabajaba, y el resto siga depositado y dándole rentas. Si decide sacarlo todo, puede invertir. Entonces, el gobierno (Impuestos Internos), le calcula sus bienes, sin considerar la casa en que vive, que bien puede ser una mansión. Si sus bienes, sin incluir la casa, son menores de $280.000, tiene derecho a una pensión de vejez completa. (Age Pensión), que es poco más de $2.000 dólares al mes, para un jubilado soltero o viudo; y casi $3.000 dólares si se trata de una pareja de ancianos, que entre los dos tienen menos de $350.000. Además, esos jubilados reciben una serie de ayuda en Salud, Transporte, descuentos en pagos generales y arriendo, etc.
El plan fue muy bien acogido por los australianos. Y cada año, el aporte empresarial fue subiendo. De su humilde comienzo, (un 3% del sueldo bruto en 1983), en 1991 ya alcanzaba al 9%; es decir, si un trabajador tenía un sueldo semanal de mil dólares, otros 90 dólares extra iban a su “Super“ como contribución del empleador; en 2014 se estabilizó en el 9,5%. Y en el 2021, subió al 10%. Y se espera que en el 2025 va a llegar al 12%.
Es cierto: es otro país, es otra realidad. El Producto Doméstico Bruto per cápita de Australia es de $56.000 al año; el de Chile, es de $15.000. Pero la verdadera diferencia es que, al menos en Australia, los beneficios económicos son mejor compartidos. En Chile, por el contrario, las desigualdades aúllan.
En 1988, el 51% de los australianos estaban afiliados a una de las muchas ”Super“. Por ese tiempo, los fondos acumulados eran 41 mil millones de dólares, 41 Billones. En 1991, dos tercios de los trabajadores del sector privado pertenecían a una Super. Y en 1992, el total de fondos llegaba a los 148 billones. En el 2007, los fondos habían subido a un trillón de dólares; es decir ¡un millón de millones de dólares! En 20 años, entre el 2000 y el 2020, esos activos habían crecido en un 11% al año. En el presente, esos fondos son más de tres billones de dólares, la quinta cifra más alta del mundo, después de EEUU, Japón, Reino Unido y Canadá. Esa cantidad, es casi el triple de lo que el conjunto de la economía australiana gana o gasta en un año.
Otros datos demuestran la enorme magnitud de la “Super”. En el año 2000, existían 6 millones de afiliados. Hoy, 2021, son más de 15 millones (el 95% de los trabajadores), en una población total de 24 millones de personas.
Durante estos casi 40 años de existencia del sistema previsional en Australia, han existido muchas “Super”. Algunas, representando a unas pocas decenas de afiliados, de una sola pequeña empresa. Los organismos reguladores que existen las tienen bajo gran vigilancia. Y las obligan a ser eficientes, a mostrar beneficios para sus afiliados. Por tanto, muchas han desaparecido. En 2004 existían 1.511 “Super”, pero hoy se han reducido a alrededor de 200, todas ellas, aún las pequeñas, con fondos de billones de dólares. La más grande, agrupa a agrupa a empleados del comercio, con dos millones de afiliados. Pero esta “Super” es controlada por bancos, los que extraen enormes utilidades por administrarlas. Y también permiten que accionistas invirtieran en ella, a la búsqueda de beneficios.
En los últimos años han surgido las “Industry Super“, que agrupan a trabajadores de diversos sectores de la economía. Nacieron cuando los sindicatos y organizaciones patronales decidieron proteger esos fondos de costos administrativos altos o de comisiones a gestores. Estas “Industry Super” tenían como único objetivo el beneficio a sus miembros. Ejemplos: en la industria de la construcción (Super C-BUS); o la Salud (Super HESTA); o del Transporte (TWUSuper), o de la Electricidad y Energía (ENERGYSuper), etc. Esas Super tienen en la actualidad millones de afiliados. No pagan honorarios a sus directores; ni comisiones a los agentes que negocian sus inversiones. Sus consejeros trabajan en forma honoraria. Y estos últimos 10 años han logrado beneficios por un promedio del 10,5% al año. Es decir, sin incluir los aportes patronales, al final del año financiero, sus afiliados reciben ganancias enormes que aumentan sus fondos. Con ese ritmo de crecimiento, se calcula que los fondos se duplican cada siete años. Además, esas Super les ofrecen, sin costo, “Seguros por Incapacidad y de Vida”, con altos beneficios.
Funcionarios y activistas sociales
Más aún, esas “Industry Superanuations” tienen funcionarios que son unos verdaderos activistas: en conjunto con los dirigentes sindicales, no sólo visitan los lugares de trabajo sino que llaman a asambleas (horas pagadas), para controlar que todos las empresas estén pagando contribuciones a todos sus trabajadores. En esas asambleas son unos verdaderos profesores, que le informan a sus afiliados de sus derechos: de como un accidente fatal de uno de ellos, por el hecho de estar en una ”Industry Super”, no va a dejar a su familia desprotegida. Como me dijo uno de ellos: “Más que funcionarios, somos abogados de los afiliados” (Ver Nota Aparte: “Muerte de Nasher”).
Las Industry Super fueron pioneras en inversiones directas en puentes, carreteras, aeropuertos, túneles. En superestructura que el país necesitaba, y que sirvió no sólo para crear empleo sino que para fortalecer la economía del país. Lo que distingue a las “Super” australianas es su flexibilidad. Y éste es un asunto donde se pueden comparar el sistema australiano y el chileno. En Australia, la Pandemia por el Covid-19 causó estragos económicos, a causa de los cierres de ciudades. Industrias completas, como el turismo, la aviación, la hotelería, el comercio, los cafés y restaurantes, fueron casi exterminados. El gobierno gastó billones de dólares en ayudar a los cesantes ocasionales. Y apuntaló a centenares de miles de empleadores para que mantuviesen en empleo pagado a los muchos paralizados por los cierres. Sin embargo, aquello no bastó. Entonces, se autorizó a las “Super“ para que sus afiliados retiraran, como emergencia, hasta un máximo de A$20.000 (12 millones de pesos chilenos) de sus “cartolas”. Todo eso contrasta con las escaramuzas legales y el “drama” entre el Gobierno de Chile y la Oposición en el Congreso.
Cada “Super” es manejada por un cuerpo de Trustees, nunca menos de siete ni más de 11. Estos Trustees actúan como Directores de Empresa, con la diferencia que no tienen intereses económicos en ellas. La ley jamás se los permitiría. La palabra “Trustee” viene de Trust, que significa confianza, fe, responsabilidad. Y Trustee sería un administrador o depositario de fondos en fideicomiso. O Fideicomisario. Esos Trustees, antes de ser aceptados, tienen que pasar por los exámenes más estrictos respecto a su integridad, honradez y honorabilidad. En las “Industry Super”, los Trustees son nombrados por los sindicatos de trabajadores y organizaciones empresariales, por partes iguales. Igualmente pasan por los mismos cedazos legales y morales que los otros.
La cantidad de dinero que manejan esas “Super” es tan astronómico (ya se mencionó mas arriba (3,2 trillones de dólares australianos) es decir tres millones 200 mil millones de dólares (A$3.200.000.000.000), que el gobierno tiene no una sino que cuatro entidades reguladoras que mantienen el ojo puesto en ellas, para que respeten las leyes. La primera es APRA (Australian Prudential Regulation Authority) que las obliga a conducir sus inversiones de manera prudente. La segunda es ASIC (Australian Securities and Investment Commission), que cautela que los Trustees cumplan con sus obligaciones de entregar a sus afiliados toda la información necesaria y de un modo transparente. La tercera es ATO (“Impuestos Internos“ de Australia) que supervisa que las “Super” se adhieran a todas las reglas y normas que dicta la Ley. Y la cuarta, SCT (Superannuation Complains Tribunal) es una audiencia que procesa reclamos contra las “Super”. Y propone soluciones, a través de la negociación y la conciliación entre las partes.
¿Funciona bien el sistema?
Durante los casi 40 años que duran las “Super”, distintos gobiernos se han dado a tarea de medir logros y resultados. Los australianos se sienten orgullosos del sistema y sienten agradecimiento por los líderes laboristas que lo iniciaron, el Primer Ministro, Bob Howke, y el Treasurer, Paul Keating. El más reciente informe señala textualmente: “En forma general, el sistema está funcionando muy bien. Provee ahorros razonables para la inmensa mayoría de los jubilados, a un costo razonable y sostenible para el país, para el gasto fiscal y para la empresa privada”. Más aún, al crecer como lo está haciendo, tiene el futuro asegurado. La única objeción que se le podría hacer, es que deja atrás a una minoría de personas que llegan a la edad de jubilar sin tener casa propia y tienen que arrendar. Y también, a aquellos que por enfermedad o accidente dejaron de trabajar antes de tiempo”. Los que son una ínfima minoría. Pero, aún así, existen muchos resortes, de todo tipo, para que aún esas personas reciban ayuda extra y tengan una vida razonablemente tranquila. O, al menos, sin las actuales angustias de los jubilados chilenos.
La diferencia es que en Australia, los gobiernos laboristas de los años ‘80 y ‘90 emprendieron la tarea visionaria de asegurar, en un mundo que cambiaba, las condiciones socio-económicas de millones de jubilados. En Chile, por el contrario, se llevó a cabo un experimento social cuya fin no era asegurar el futuro de los viejos, sino que, con dineros de los trabajadores, crear un inmenso fondo financiero al cual los grupos económicos podían echar mano, a bajo interés. La clase dominante usó abusivamente esos fondos, una especie de “caja chica“, a la cual acudir, porque eran ellos los que las controlaban. Sus empresas lograron ganancias obscenas y ellos se enriquecieron personalmente. Todos profitaron, menos los dueños de esos fondos.
Como prueba del fracaso del sistema, es que ahora, después de toda una vida laboral, más de la mitad de las pensiones chilenas son menos que el salario mínimo, que es de $337.000. El sistema nunca fue controlado, ya que la Superintendencia de Previsión Social, frente a poder de las AFP, tiene menos autoridad que un árbitro de “Cachacascán”. Tanto la Dictadura de Pinochet como los pusilánimes gobiernos de la Concertación que siguieron, no tuvieron la claridad ni la integridad para mirar de frente el monstruo que habían creado. Y si las AFP eran ya una estafa en tiempos de Pinochet, con la Concertación lo fueron aún más. Fue el gobierno de Ricardo Lagos el que creó el nefasto principio de “las pérdidas solidarias” que le permitió a las AFP, cuando sus inversiones fracasaban, endosar las pérdidas los afiliados.
Es por eso que la gente salió a las calles hace dos años. Millones de ellos, con furia, con desesperación. Y con un poco de esperanza. Los actuales son días de espera. Dentro de poco, sabremos si esas mayorías deciden mantener la esperanza. O si ellos mismos han resuelto seguir aguantando.
Si escogen la esperanza, tal vez Australia tenga una o dos cosas que mostrarles, en lo que a sistemas de previsión y pensiones se trata.