Movimiento habitacional Ukamau realiza una lúcida reflexión sobre lo que nos dejaron las últimas electorales: la elitización del voto producido por el voto voluntario, una abstención altísima que habla de una lejanía de ciudadanos y ciudadanas con la discusión política, una cultura competitiva que impide que movimientos y organizaciones sociales dialoguen y construyan de forma mancomunada. Urge, entonces, la politización de los sectores populares.

Editorial:

Este domingo se realizó la segunda vuelta de las elecciones de gobernadores regionales. De los 16 cargos en disputa, la derecha consiguió solo 1 (Región de la Araucanía), opciones independientes 3, Apruebo Dignidad (PC + FA) obtuvo 2 (Tarapacá y Valparaíso) y Unidad Constituyente o la ex Concertación (DC, PS, PPD, PR) alcanzó la mayoría con las 10 gobernaciones restantes.

Con estos resultados se confirma la bancarrota de la derecha que ya había perdido en el plebiscito constitucional (20% del rechazo), en la elección de constituyentes (menos de 1/3) y en varias alcaldías emblemáticas. De esta forma, el dique de contención neoliberal más firme comienza a ser superado por las fuerzas de transformación. En la oposición se equilibran las fuerzas entre la Concertación y Apruebo Dignidad, al tiempo que la Lista de Pueblo comunica que competirá en las próximas elecciones en listas de independientes.

Entonces, un primer dato importante de estas elecciones es que la ciudadanía, excepto en las comunas del rechazo, ha tendido a abandonar a la derecha.

Pero, antes de sacar cuentas alegres se debe observar que en estos comicios solo participó el 19,6% de las personas habilitadas para sufragar, 2.5 de los 13 millones de electores. La región que alcanzó la participación más alta fue Santiago con apenas un 25% (1.5 de 5.8 millones) y la más baja Antofagasta con un 12.2% (58.716 de 480.786 electores). Esto muestra que el divorcio entre la sociedad y la institucionalidad política se mantiene.

Actualmente se está discutiendo en el Congreso el restablecimiento del voto obligatorio. Con calculadora en mano los partidos de “los 30 años” (derecha – ex Concertación) observan qué les conviene más. Mantener lo que existe (voto voluntario), es decir, la baja participación general, con la excepción del voto de las comunas de altos ingresos podría parecer un buen negocio para las fuerzas neoliberales, pero esto evita solo que se profundice el proceso de cambio y no la crisis de la derecha. Un mal menos por el que podrían apostar.

Desde la perspectiva de las fuerzas transformadoras el problema de la participación política del pueblo no se reduce al voto obligatorio, ni siquiera al voto. Se trata de un asunto más profundo que evidencia el déficit en organización, movilización y politización popular existente. El voto obligatorio será insuficiente sino enraizamos en el pueblo el proyecto democratizador. Esta es a todas luces una de las lecciones de esta derrota.

Para ilustrar veamos algunas cifras. Orrego obtuvo un 94% de los votos en Vitacura, 90% en Lo Barnechea, 88% en Las Condes, 71% en Providencia y La Reina, es decir, se impuso por amplia mayoría en las comunas de altos ingresos (alojadas en los distritos 10 y 11). También obtuvo una buena votación en las comunas rurales de la región que le permitió casi empatar en el distrito 14. Mientras que Oliva fue votada por el 83% en Til Til, 65% en Puente Alto, 63% en Pudahuel, 62% en Quilicura, 67% en Lo Espejo, 62% en La Pintana, 60% en Maipú y en La Granja, esto es, ganó en las comunas populares, en particular, y en los distritos 8, 9, 12, 13 y 14, en general. Sin embargo, la tasa de participación de las comunas de altos ingresos (minoritarias) fue tan alta y la participación popular tan baja que el resultado final terminó siendo favorable a Orrego.

Dos cosas se pudieron ver con claridad ayer en la noche: Primero, se consolidó la emergencia de un actor político conservador, el voto en bloque de las comunas de altos ingreso en defensa de sus privilegios. Segundo, la urgente necesidad de trabajar en aumentar la participación electoral de los sectores populares.   

El proceso de transformación estructural requiere de elevar la participación electoral del pueblo. Comunas populares como Lo Espejo, San Bernardo, El Bosque, La Pintana, Renca y Cerro Navia no sobrepasaron el 20% de participación. Puente Alto, La Granja, PAC, Lo Prado, Cerrillos no superaron el 25%. En comunas con familias de ingresos medios como La Florida, Maipú, San Miguel, Peñalolen y Huechuraba la participación bordeo el 25 a 30%. Vale decir, la mayor parte del pueblo no asistió a votar.

Ahora bien, si las clases altas salen a votar en bloque por la defensa de sus privilegios (Rechazo nueva Constitución en octubre de 2020 y gobernación de Orrego en junio de 2021) conducidas por los partidos del orden neoliberal, y el pueblo no hace lo propio, es evidente que hay una tarea pendiente en la militancia de izquierda: dejar de culpar a las personas que no votan y aumentar su presencia e influencia en los barrios, territorios, centros de trabajo y estudio. Salir de la zona de confort, de los círculos de convencidos, de las amistades y compañeros de facultad, de las redes sociales y plaza Ñuñoa.

Por otra parte, no se pueden repetir en noviembre las pequeñeces que se observaron en esta campaña (fuego amigo). Las deslealtades públicas y faltas de compromiso mal disimulado con la candidatura fueron evidentes en liderazgos y partidos del Frente Amplio. Al parecer se olvida que estamos ante elecciones nacionales y no de facultades universitarias. Estas deslealtades, falta de coherencia y unidad también alejan al pueblo de la política. 

Se deben evitar los atajos para enfrentar los temas de fondo. No se puede reemplazar la elaboración programática con acción comunicacional, menos si entre los tuyos existe dicha elaboración. Es cierto que la crisis ha acelerado los ritmos y los tiempos se han reducido, pero también es verdad que la creación de programa es una tarea irrenunciable y debe ser permanente. Ahora, es tiempo de articular las fuerzas políticas, superando la lógica de competencia, elaborar programas de transformación, más allá de las consignas, organizar y movilizar al pueblo en los territorios y distritos, y no solo hablarle desde las redes sociales, es decir, fortalecer la capacidad política del pueblo.

El Soberano

La plataforma de los movimientos y organizaciones ciudadanas de Chile.

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