Galia Sopher es una mujer israelí de 35 años que nació en la Ciudad de México. Decidió cambiar las condiciones de incertidumbre y violencia que imperan en la capital mexicanas por la volátil situación política y de seguridad que se vive en la frontera entre Israel y la banda de Gaza. 

Galia Sopher con la perrita Pepper, habla con Maritza Felix y David Rodríguez, colegas en la Beca de Viaje de Fuente Latina. Fotografía: Andrés Horacio Martínez

Galia Sopher dejó su natal Ciudad de México, en busca de sus raíces y pertenencia, por un lugar a 3 km de la frontera entre Israel y Gaza. Nació en 1987 en el seno de una familia judía mexicana, la familia Goldchain. En ella todos comparten el mismo sentido del humor, el amor por el guacamole y la vida familiar. No toma tequila, pero le encanta hacer reír a la gente, así que lo sirve generosamente en casa. No importa dónde viva, hace amigos, es intensamente latinoamericana. Galia hoy vive en el kibbutz de Mefalsim. Un kibbutz es una comunidad intencional en Israel que tradicionalmente se basaba en la agricultura. En las últimas décadas se han privatizado algunos kibbutzim y se han hecho cambios en el estilo de vida comunal”. 

Todos los habitantes de su kibbutz conocen la señal de alerta, tzeva adom (Código Rojo). Es una alarma sonora que se activa cuando se lanza un cohete en la frontera. La alarma les deja entre 7 y 15 segundos para ir a los refugios o a las habitaciones fortificadas que tienen en sus viviendas. La habitación de sus hijos tiene muros fortificados con hierro y una puerta de refugio antibombas.

“Ahí es donde pueden protegerse de los ataques”, dice.


A los niños pequeños en Israel se les enseña hoy el canto de tzeva adom durante las alarmas, para ayudarlos a llegar a un espacio seguro mientras gestionan su ansiedad. En el caso de Galia, ellos salen de inmediato, de ‘vacaciones inesperadas’ a visitar a su familia en el Norte de Israel cuando hay indicios de violencia.

A Galia, la violencia y la incertidumbre no le son ajenas. Al crecer judía en una sociedad que no era culturalmente diversa o inclusiva, Galia aprendió a reconocer lo obvio; ella no parecía mexicana. El color de su piel y sus ojos la hacían destacar y su origen socioeconómico a finales de los noventa en la creciente cosmópolis de la Ciudad de México la ponía en mayor riesgo de secuestro o robo. Todos en su entorno tenían miedo de la violencia criminal en ese entonces. Y Galia quién había visitado Israel en su año sabático antes de entrar a la universidad, decidió abandonar su ciudad y buscar su propio lugar.

Galia mostrando la ventana de hierro reforzado en el cuarto de seguridad en el que duermen sus hijas Fotografía: David Rodríguez

Un viaje desde la capital mundial del secuestro

Su esposo nacido en Israel, de quién tomó el apellido Sopher, no puede comprender la realidad que Galia dejó atrás. Dicho esto ambos coinciden en algo muy claro. Sus dos hijas crecerían pudiendo caminar a la escuela, comer verduras frescas cultivadas en casa y jugar en el patio con su compañera, la perra Pepper.

Los años noventas y dosmiles en la Ciudad de México estuvieron marcados por crisis económicas y malestar social. La ciudad creció exponencialmente hasta convertirse en una metrópolis de 17 millones de habitantes en un periodo de 15 años, un terremoto en 1985 dejó a la vista la mayor parte de las desigualdades sociales, y una crisis económica regional convirtió a la ciudad más grande de América Latina en la Capital Mundial del Secuestro.

Imaginar que en sólo 10 años México pasaría de 325 secuestros en 2005 para llegar en el 2010 a casi 2.000 secuestros, el número más alto registrado desde 1971, de acuerdo con cifras de INEGI -Instituto Nacional de Estadística y Geografía- ayuda a comprender la realidad que Galia dejó atrás.

Vida comunitaria en el Kibbutz Sudamericano

Galia decidió hacer de Israel su hogar en el 2008. Tuvo que esforzarse mucho para que le permitieran hacer el servicio militar al que asisten todos los jóvenes israelíes. Quería poder compensar todo el tiempo que no había compartido con quienes ahora eran sus pares, hombres y mujeres jóvenes que pasarían dos o tres años de sus vidas en el servicio militar obligatorio. Galia se unió al ejército para “experiencia compartida”, y en ese camino descubrió cuál sería su futuro profesional en su nueva tierra, se convirtió en la portavoz de su unidad del ejército y aprendió habilidades que aún hoy utiliza en su vida profesional. Su comandante, Rony Kaplan, sigue siendo su mentor. Incluso asistió a su boda.

Galia y su esposo están en proceso de comprar casa en Mefalsim, que apodan el Kibbutz Sudamericano.  No ha sido un proceso sencillo que les acepten como residentes. Se analiza su historia personal, antecedentes socioeconómicos, afinidades culturales y personalidad de las personas solicitantes. Además de que la forma de convivir con la comunidad juega un papel importante para que se le permita a una familia comprar el derecho de 99 años para poseer la tierra en la comunidad. Galia y su familia casi han terminado el proceso, son vistos  ya como parte de Mefalsim. La pandemia, paradójicamente, estrechó lazos con la comunidad.

Una de las personas con quienes comparten lo cotidiano es Ana Rajmilevich, argentina que salió de su país natal del sur luego del atentado de bomba contra el edificio de la AMIA -Asociación Mutual Israelita Argentina- en Buenos Aires en 1994. Ana muestra una foto en su teléfono con la que ilustra el estado de ánimo que transpira en el kibbutz. En la foto se ve un cielo azul y manchas de humo, como restos de fuegos artificiales. Ana pregunta y aclara: “¿Qué ves aquí?, ¿Una celebración?…Noooooo… es la Cúpula de Hierro -también conocida como el Iron Dome (en inglés)- en agosto del 2022, cada punto que ves es un misil interceptado por nuestras fuerzas”. Se refiere a las fuerzas israelíes interceptando misiles palestinos con sus sistemas de protección remota. “Mientras llovían las bombas, yo estaba afuera tomando fotos”, dice Ana con cara de sorpresa.

Ana Rajmilevich sosteniendo su teléfono muestra una imagen de la cúpula de hierro o Iron Dome. Fotografía: Luisa Ortiz Pérez

Elegir entre violencias

Galia está parada en la entrada del kibbutz con su vecina Ana. Galia viene a recibirnos con su perra, quién la acompaña a todos lados y camina tranquilamente por los jardines tropicales y patios con árboles frutales.

Habla de cómo encontró su propósito de vida en el ejército israelí -la comunicación y las relaciones públicas- y cambió su contexto de vida por un entorno que percibió más igualitario, seguro y estable que en el que creció. “Los ejércitos en América Latina se perciben como estructuras ajenas a lo que somos como personas, en nuestras almas. En Israel, el ejército es parte de nuestra esencia nacional, son nuestros hijas e hijos, nuestros padres y madres, nuestros hermanos y hermanas”.

La situación de la Ciudad de México es incomparable a la vecindad de la frontera con Gaza; y, sin embargo, Gaila y su familia eligen una forma de violencia sobre otra para vivir, hacer familia y fundar comunidad. Hay coraje en su elección, ella misma reconoce que su elección requiere un estado mental muy específico. “Podría estar estresada, pero no lo estoy, es lo que elijo. Sonrío, las sonrisas son gratis, me río y trato de pasar un buen rato”, dice.

Galia frente a su casa en Israel. Fotografía: David Rodríguez

La elección de Galia es muy clara para ella. Para ella, la sociedad mexicana es estratificada y a veces conformista y la Ciudad de México es un monstruo con el que ya no quiere lidiar. Por eso elige la inconformidad, una cualidad israelí que adora: no estar satisfecha, siempre buscando la siguiente mejor opción; ella ama la comunidad de la que es parte.

“Es un lugar dónde todos te ayudan a criar a tu hijo, dónde todos son conscientes de lo que los demás necesitan”, comenta.

Galia se aleja para hablar con otra persona y mostrarle el hermoso jardín comunitario que su kibbutz instaló durante la pandemia. Lechugas, tomates, rábanos, coles, pepinos… todo para que todos los cuiden y coman. A lo lejos, detrás de la cerca de alambre de púas se ve la ciudad de Gaza.

Los ojos de Galia se turban sólo una vez mientras que hablamos, cuando menciona a sus hijas. “Nosotros -refiriéndose a su familia- abandonaremos el kibbutz de inmediato si vemos que la violencia está afectando a las niñas de alguna manera. Su estabilidad psicológica significa todo para nosotros”.


Luisa Ortiz Pérez, es JSK Fellow de Periodismo en la Universidad de Stanford en California. Se define como estratega en salud mental y bienestar emocional. Twitter @LuOrtiz / Mastodon @luortiz@federate.social

** Esta historia se realizó entre diciembre del 2022 y enero del 2023. Fué posible gracias a los auspicios del Fuente Latina Travel Fellowship. 

Fotos de Andrés Horacio Martínez, David Rodríguez y la autora.

Luisa Ortiz

Luisa Ortiz Pérez es cofundadora de Vita-Activa.org y CEO/fundadora de NVAlabs.org. Capacita a periodistas, activistas y agentes de cambio sobre cómo utilizar las tecnologías digitales de forma segura...

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