Un desarrollo económico poco sustentable no tiene proyección en el tiempo, pues hace que la tierra enferme, y nosotros con ella. Félix Queupul, del Centro de Negocios Indígenas, reflexiona sobre lo irracional del modelo económico y hace un llamado al gobierno a considerar una serie de propuestas para impulsar el desarrollo económico sostenible en las comunidades originarias.
Fue en la primera década de 2000 que Al Gore daba razón al clamor de los pueblos indígenas sobre la necesidad de un desarrollo económico en armonía con el medioambiente. El excandidato presidencial demócrata advertía de que el cambio climático propiciaría un aumento de enfermedades y epidemias. A mayor temperatura, entonces más insectos, más vectores, más enfermedades propagándose con rapidez. O bien este otro escenario: más ocupación de hábitats naturales (para plantar palmeras que luego ocupamos para elaborar Nutella), más cercana entonces ha de ser la relación entre seres humanos y fauna silvestre portadora de patógenos.
En chileno: si la Tierra se enferma, se enferman todos los seres que viven en ella. Tan perdidos no estaban, al parecer, los pueblos originarios del continente. Por ende la pregunta queda dando vuelta: ¿qué tan cierto es que después de este virus volveremos como si nada a lo que hacíamos antes? ¿Y qué tal si hemos iniciado una era de pandemias?
“Y esto lo pensamos no sólo nuestros hermanos americanos, sino también los saami de Escandinavia, los pueblos de la meseta mongoliana, nuestros hermanos maoríes y tantos más. Nosotros sabemos, como mapuches y americanos, lo que significa sufrir epidemias importadas, como la viruela, que llegó con los europeos”, señala Félix Queupul, ingeniero agrícola mapuche, con estudios en políticas indígenas, energía y desarrollo sustentable, magíster en Mecanismos de Desarrollo Limpio y Eficiencia Energética, quien, además de ser socio fundador de Ruka Antu Energías Renovables, es secretario del Centro de Negocios Indígenas.
“Lo positivo es que como seres humanos tenemos la oportunidad de abrazar el espíritu de la Madre Tierra. Podemos renovar el amor por ella buscando un equilibrio, porque este desbalance corporal que sufre el planeta hace que las personas enfermen”, agrega.
Consciente de las dificultades futuras, Queupul dio a conocer -junto con los otros directores del Centro de Negocios Indígena Noemi Quiñenao y Benedicto Melin- algunas medidas a efectos de impulsar el verdadero desarrollo económico de los pueblos originarios.
1).- Necesitamos un debate de carácter nacional sobre el papel del sector privado y las empresas en el desarrollo. Debemos repensar la vinculación entre los derechos humanos y las empresas y, asimismo, reevaluar la firma de los tratados económicos internacionales. Pedimos mayor grado de heterogeneidad económica y resignificar nuevos conceptos económicos que emergen en el campo productivo. Por ejemplo, “Indigeniería”.
2).- Proponemos una evaluación de la pertinencia y de las consecuencias que generan los proyectos económicos que sean ajenos a la idiosincrasia local.
3).- Creemos que es necesario evaluar la contribución de incorporar muchas zonas geográficas a la producción siempre y cuando las inversiones contribuyan a la generación de trabajo de calidad y estimule el desarrollo local en términos de infraestructuras, tecnología, conocimiento y capacitación.
4).- Recomendamos incluir nuevos criterios de evaluación de las fuentes de financiamiento para proyectos en territorios indígenas. Tales proyectos deben contar con el manejo de las mismas personas y comunidades indígenas.
5).- La creación de un fondo económico para financiar proyectos productivos en Unidades Locales Productivas ubicadas al interior de comunidades indígenas que puedan convertirse en cooperativas productivas, con un capital de riesgo que permita asegurar el éxito del proyecto.