Sólo es posible defender una rebaja de impuestos a los ricos en la medida que pueda disfrazarse con buenas intenciones. Basta con decir que estimulará la actividad económica y que beneficiará a las pymes, la clase media… Pero la evidencia positiva demuestra lo contrario. El Soberano, de la mano de Recaredo Gálvez, investigador de la Fundación Sol, te da un paseo por distintas experiencias de rebajas fiscales en el mundo, cuyos resultados nos anticipan una conclusión sencilla: la disminución de los impuestos a los ricos, como la que busca el gobierno de Piñera, sólo beneficiará a los ricos… como lo es, por cierto, el mismo Piñera.
Cuesta entender que un estado le rebaje 800 millones de dólares en impuestos a las rentas más altas del país por la vía de reintegrar su sistema tributario mientras que, al mismo tiempo, miles mueren esperando por una intervención quirúrgica, cuando faltan insumos y especialistas en los hospitales, cuando tantos adultos mayores terminan convertidos en mendigos por sus pensiones miserables, mientras la falta de viviendas dignas se ha convertido en una bomba de tiempo, activada mucho antes de que miles de extranjeros llegaran masivamente a Chile buscando trabajo…
¿En qué cabeza cabe bajarle los impuestos a los ricos cuando proliferan las personas viviendo en la calle? Una explicación: por pura ideología, ese entramado de versos que, majaderamente, insisten en afirmar que los ricos van a invertir más en la medida que menos impuestos les cobren. O dicho de otro modo: los ricos harán más negocios o traerán a Chile su platita si los dejan hacer lo que ellos quieren (básicamente eso en Chile se traduce en trampear, contaminar, destruir para abaratar costos), que es una versión menos brutal de lo que Pinochet, con su campechana sinceridad, dijo una vez, allá en lo más oscuro de la noche dictarorial: “Hay que cuidar a los ricos para que den más”.
Pero nada de eso nunca ha ocurrido. Nunca. La última reforma tributaria de Donald Trump en 2017 se justificó con el mismo verso y… bueno, un informe del Congreso demuestra que nada de lo prometido ocurrió finalmente, que todo ese dinero que los inversionistas se ahorraron fue usado para recomprar acciones y para incrementar el consumo de lujo. Ahora el déficit fiscal en ese país es mayor y muchos temen que agrave una eventual recesión. Lo mismo hicieron, por la libre, los estados de Kansas, y también Oklahoma… ¡Y en Canadá también disminuyeron los impuestos a los ricos! Y en todos ellos el fracaso fue igualmente sonado. El impacto fiscal redundó en un claro deterioro en la calidad de vida de los ciudadanos. En Kansas, entre otras terribles consecuencias, los niños se quedaron sin comida en las escuelas.
“Y pensar que hace muy poco se hizo una reforma con Michelle Bachelet que no alcanzó para desintegrar completamente el sistema, que era lo que en justicia se debía hacer. Al revés: la reforma de Bachelet creó ciertos beneficios para las rentas más altas. Aún así, lo serio debe ser esperar a ver cómo se comporta esa reforma antes de cambiarla por otra”, dice Recaredo Gálvez, investigador de la Fundación Sol.
Pero ya está. Muy probablemente la reforma del gobierno de Sebastián Piñera se abrirá paso en el Congreso con apoyo de la Democracia Cristiana, que pidió compensaciones como disminuir las contribuciones a los adultos mayores, rebajar impuestos a las pymes o eliminar exenciones de predios forestales, por ejemplo. Se grava el comercio digital, cosa que en justicia también corresponde hacer sólo si, como dice Gálvez, no constituya una medida que compensa el regalito que se le hará a los ricos de Chile.
“La idea de gravar el consumo de servicios en plataformas digitales demuestra que seguimos cargando el peso del régimen tributario en el consumo de las personas que viven de su trabajo, las de clase media y también los más pobres, sin que se impongan nuevos tributos que afecten a las rentas más altas del país. ¿Por qué no creamos un impuesto al patrimonio, por ejemplo?”, se pregunta Gálvez, en torno a una exacción común en los países más capitalistas del mundo, donde se aplica un fuerte impuesto a la herencia debido a su naturaleza poco “meritocrática”.
“Son medidas necesarias en un país donde la distribución del ingreso es tan desigual, donde el 1% del país se lleva el 30% de la torta. ¿Qué demuestra esto? Pues que este gobierno se propuso rescatar y robustecer el régimen tributario que había antes del segundo gobierno de Bachelet, y de paso consolidar aquellos aspectos más injustos que sobrevivieron a su reforma”, agrega.
Hay mucho paño que cortar, en todo caso. “¿Por qué no un royalty de estándar internacional para la extracción de recursos naturales, por ejemplo?”, se pregunta Administrador Público y Licenciado en Ciencias Políticas.
“Incluso voy más allá: ¿Por qué no necesitamos una discusión acerca de nacionalizar los recursos o cambiar de matriz productiva? Pero no… este gobierno decide otra cosa; decide impulsar la flexibilidad laboral, la ley de empleo juvenil, el teletrabajo, todas ellas altamente precarizantes. Esta es la clásica estrategia de acumulación por desposesión, que básicamente consiste en que el inversionista o empresario gana plata no ya por su poder de innovación, sino por quitarle derechos a sus trabajadores y achicarle sus salarios”, sostiene el investigador de la Fundación Sol, cuyo norte investigativo apunta, por el contrario, a impulsar políticas que apunten a mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores. El tema tributario está indisolublemente unido a otros como derechos laborales y sistema de pensiones.
“Necesitamos más negociación colectiva y más negociación por rama. Necesitamos una reforma previsional. Esas son necesidades de la sociedad chilena, donde 4 de 11 millones de deudores están morosos y donde crece la distancia entre el 10% más rico y el 10% más pobre, y no aquello que beneficia sólo a su empresariado y a las personas más ricas”, concluye.