Por Ana Arriagada, co-fundadora de ElSoberano.org y Embajadora en Chile de Chicas Poderosas.

Son muchas las mujeres que este 8 de marzo marcharemos porque queremos acabar con el miedo. Miedo a caminar por la calle expuestas a la violencia machista; miedo a amamantar en espacios públicos; miedo a tomar sol en topless en la playa como sí puede hacerlo de forma tan campante el Señor Gasco; miedo a la violencia doméstica; miedo a la muerte en manos de ese hombre que habla de “mi mujer” (y así lo cree: literal); miedo a perder el sustento por decirle «NO» a ese jefe acosador. Pero es sobre otro miedo al que quiero dedicar esta editorial, pues enfrentarlo puede hacer toda la diferencia: el miedo a fracasar.

Este verano vi con especial detención la rutina en el Festival de Viña 2019 de la comediante chilena Jani Dueñas, no sólo porque venía cargada de halagos (muchísimos y muy relevantes), sino que porque la promesa de un stand-up feminista en ese escenario tan tradicional era un espectáculo en sí mismo. No me moví de mi silla y seguí cada movimiento.

Muchas veces he sufrido con rutinas fallidas de humoristas sobre la Quinta Vergara. Duele la guata, se aprieta la garganta, da vergüenza ajena y uno ruega porque termine pronto. Sin embargo, esta vez no me sucedió. No sólo estuve tranquila como nunca, sino que tuve la sensación de estar siendo testigo de un logro que en ese momento no pude identificar, pero que sabía que estaba allí.

No conozco a Jani Dueñas personalmente y aún no veo su presentación en Netflix, pero mi reacción frente a la debacle (que muchos leyeron como un fracaso político del discurso feminista) no tuvo que ver con indiferencia. Tuvo que ver con algo que me obsesiona desde 2015 tras una charla a la que asistí del neurocientífico Nael Alami en la Universidad de Stanford sobre cómo desarrollar una mentalidad de crecimiento (Growth Mindset) versus una mentalidad fija (Fixed Mindset), que nos paraliza e impide que adquiramos nuevos talentos y aprendizajes.

Alami presentó la investigación de la profesora Carol Dweck, autora de Mindset: La Actitud del Éxito (Mindset: The New Psychology of Success, 2006), una mujer que descubrió cómo, desde niños, frente a ciertas afirmaciones de quienes nos rodean, reaccionamos y desarrollamos creencias sobre nosotros mismos y nuestras cualidades base. Así, podríamos creer -y esto ocurre con mayor frecuencia en mujeres, debido a los estímulos que recibimos desde niñas- que nuestra inteligencia, talentos y personalidad están escritos en piedra, que son inmutables. Versus quienes saben que estos se desarrollan en el tiempo y van cambiando.

Afirmaciones como “sé que eres brillante”, “naciste con ese talento”, “lo harás mejor la próxima vez” o “creí que eras más inteligente”, son riesgosas pues envían un mensaje equivocado al receptor. Un mensaje que le dice a la niña o niño que sus resultados demuestran esa inteligencia innata que traen de fábrica; o bien, cuando fallan, que no hay que darle tanta importancia al resultado, pues “sabemos que eres inteligente, no importa si te esforzaste o no para lograr tu objetivo”.

Si felicitas a tu hija o hijo porque terminó rápido y logró el objetivo, le estás diciendo que hay algo en su interior que lo hizo posible y que no es necesario trabajar extra por ello. Como resultado, tendrán menos interés en hacerse y hacer preguntas para seguir avanzando. En una persona con mentalidad de crecimiento, en cambio, hay interés por recibir retroalimentación y cuando esa persona sabe qué fue lo que hizo mal, su cerebro empieza a encenderse generando mucha actividad.  En el lado contrario, cuando a una persona con un mindset fijo se le muestran sus errores, no le importan, pues su foco está en el resultado para demostrar que son inteligentes.

Cometer errores, fracasar, experimentar y probar una y otra vez hacen que las personas vayan desarrollando talentos que incluso creían no tener. Hoy se sabe que esta plasticidad también puede desarrollarse en adultos.

En grupos de niños a los que se les ha explicado cómo funciona el cerebro, cómo opera frente al fracaso y la gran importancia de cometer errores, se han obtenido excelentes resultados en el aprendizaje de Matemáticas y Lenguaje. En grupos de control, donde se explica cómo funciona la memoria y cómo se desarrolla el cerebro desde el punto de vista biológico –sin hablarles de la importancia de cometer errores-, se ven muchos menos avances.

En EE.UU., nos contó el Dr. Alami, siempre ha existido una brecha entre los puntajes de las niñas versus los niños en Matemáticas. Sin embargo, aquellas niñas que tomaron el taller de Growth Mindset fueron capaces de eliminar la diferencia frente a sus compañeros.

El miedo al fracaso y nuestros espacios de poder

Un estudio de Hewlett Packard citado en el libro La Clave de la confianza. El arte y la ciencia de la autoconfianza para mujeres (The Confidence Code: The Science and Art of Self-Assurance—What Women Should Know, 2014) de las periodistas Katty Kay and Claire Shipman, mostró que los hombres postulaban a los trabajos cuando cumplían el 60% de los requisitos, mientras que las mujeres sólo lo hacían si cumplían el 100%.

Muchos lo interpretaron como falta de confianza femenina. De hecho, según la revista Forbes «Los hombres confían en su capacidad al 60%, pero las mujeres no se sienten seguras hasta que marcan cada ítem de la lista (en una postulación laboral)”. Es decir, la conclusión de Forbes fue que las mujeres debían tener más fe en sí mismas.

La experta en liderazgo femenino, Tara Mohr, no muy convencida de esta interpretación, realizó una encuesta entre hombres y mujeres publicada en el Harvard Business Review: Por qué las mujeres no postulan a trabajos si no están 100% calificadas, mostrando que las verdaderas razones eran tres:

  1. El desconocimiento de las mujeres respecto de los procesos de selección, pues no sabían que sus curriculums podrían ser igualmente considerados. (41% de las mujeres y 46% de los hombres encuestados esgrimieron esta razón).
  2. Querer seguir las reglas establecidas sobre quiénes debían postular. Por lo visto a las mujeres les interesa más que a los hombres “portarse bien”. (12% de mujeres versus 8% de hombres).
  3. Finalmente, porque para el 22% de las mujeres (versus sólo el 13% de los hombres) el costo de postular sin cumplir todos los requisitos podía tener como consecuencia fracasar.

Cómo nos afectan los estereotipos o por qué tenemos miedo a no cumplir las expectativas son preguntas que debemos hacernos. Hoy las feministas buscamos ganar poder, con él vamos a emparejar la cancha y pondremos fin a la precarización de nuestras vidas. El miedo a fracasar, a cometer errores o al qué dirán no debe inmovilizarnos.

Para ganar esta batalla contra el miedo según los expertos, el primer paso es reconocer esa voz interna que nos dice que no somos lo suficientemente buenas, que no sabemos lo suficiente o que vamos a pasar vergüenza. Luego podremos tomar la decisión de atrevernos a tomar el riesgo, equivocarnos y aprender de nuestros errores.

Por eso, cuando vi que la rutina de Jani Dueñas hacía agua sobre la Quinta Vergara y en televisión abierta, pero que la mujer no se desmoronó (ni ardió en llamas, ni se vaporizó en la vergüenza), sino que estaba estoica – y probablemente haciéndose miles de preguntas-, me di cuenta que estaba siendo testigo de un triunfo frente al miedo al fracaso. Es más, me contaron que ayer ya estaba sobre un escenario haciendo su pega en el Nescafé de las Artes, y muy bien.

Esa es la actitud que necesitamos para desarrollar nuestros talentos, nuestra inteligencia, nuestra personalidad y tomar el control de nuestros destinos. A los que les moleste, pues junten miedo.

Ana Arriagada

Periodista de la Universidad de Santiago de Chile, graduada del programa ejecutivo de innovación y liderazgo en medios de la Craig Newmark Graduate School of Journalism de CUNY. Co fundadora y directora...

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1 Comment

  1. Debo ser hombre porque no me identifico con casi nada de lo que dice este artículo, el día que un jefe trato de levantarme la voz lo enfrente y no tuve miedo a hablar con sus superiores. Considero que no se puede culpar solo al hombre de violencia cuando eres tú la escoge a tu pareja, si se cruza la primera línea de respeto y porque te quedas ahí? Y no es echarle la culpa a la víctima ojo, si aguantas violencia en el pololo no creas que eso va a cambiar, sigue tu camino amiga y no te expongas, tú no eres santa Teresita para nadar cambiando a nadie, encuentra a un apareja que te respete, y eso va para parejas homosexuales también, porque la violencia intrafamiliar ahí sí que es heavy. Amigas lesbianas que se agarran a cachetadas y eso tampoco está bien. La educación machista nos hace Mal como sociedad , pero una eso debe cambiar, al menos yo pongo mi granito de arena educando a mis hijos la igualdad de género pero sobre todo el respeto entre seres humanos.

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