El tema constitucional parece un tanto abstracto, y su debate a veces luce marcado por disquisiciones poco prácticas y de escaso impacto en la vida cotidiana de los ciudadanos chilenos. Pero no es así.

Luego de saber qué es una Constitución Política, nos daremos cuenta de que incide en muchos aspectos de nuestras vidas. La Constitución actual, que sufre un vicio de legitimidad dado su origen en Dictadura, limita seriamente las posibilidades de construir una sociedad más justa, equitativa y solidaria, poniendo fronteras al sueño que hemos abrigado por generaciones.
¿Cómo hacer para que diecisiete millones de personas diferentes puedan convivir y tolerarse? ¿Cómo hacer para que esas mismas diecisiete millones de personas puedan resolver sus diferencias? ¿Cómo hacer para que diecisiete millones de voluntades, en definitiva, sean capaces de converger en un sentimiento que defienda una cohabitación pacífica que tienda al desarrollo de todos los que ahí viven?

La Constitución Política viene a ser este contrato que ordena la cancha, aquello que define qué es Chile y cómo ordena el poder y qué instituciones crea en pos de conseguir esa sana convivencia, estableciendo mecanismos que tiendan a la solución pacífica de controversias. En síntesis, la Constitución Política  define el tipo de Estado, entendiendo el Estado como forma de organización basada en el poder.
Una Constitución Política parte determinando qué es Chile y qué tipo de Estado se reserva para sí. ¿Es Chile una monarquía? ¿Una monarquía constitucional como en Gran Bretaña o España? ¿Una monarquía absoluta como aún es posible encontrar en ciertos lugares del mundo? ¿Es Chile una República en tanto ha establecido una debida división de los poderes, con un sistema de representación y canales institucionales para definir a quienes serán sus representantes? ¿La Constitución debe consagrar un Estado unitario o federal? ¿Es mejor que Chile sea acaso una “República Presidencialista” o una “República Parlamentarista”? ¿Acaso usted quiere algo intermedio?

Del mismo modo, la Constitución Política puede definir su poder y alcance:
¿Queremos un Estado que intervenga más activamente en la economía en vista del escaso valor que dan los privados a nuestra producción? ¿Queremos un Estado de Bienestar que garantice derechos en educación, salud y vivienda? ¿O un Estado Subsidiario que ha hecho del olvido una política que trasciende a los gobiernos de turno, uno que entra sólo cuando se ausente el privado por mera falta de interés? ¿El Estado debe ser laico o es conveniente que establezca un vínculo con una confesión en específico? ¿El Estado debe reconocer la existencia de pueblos originarios y conferirles cierto grado de autonomía? ¿No sería mejor seguir como estamos, asumiendo una homogeneidad étnica y social?

Son muchas las preguntas que tenemos pendientes en Chile.  De todas las experiencias constitucionales que hemos tenido en Chile desde su independencia, ni una sola ha contado con la participación de la ciudadanía. Ni una sola. Por tanto es que nuestra Constitución, remendada cada cierto tiempo, dista mucho de reflejar la realidad de Chile y de representar las aspiraciones de un pueblo multicolor.

Ya es tiempo de que Chile se dé una Constitución legítima, de cara a los desafíos del Siglo XXI.

El Soberano

La plataforma de los movimientos y organizaciones ciudadanas de Chile.

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