El despliegue mediático y político ha sido implacable tras esta designación, que dicho sea de paso ya fue aprobada por el gobierno argentino. Las demás decisiones  del Presidente Boric no interesan, es la ex presidenta de la CUT la que por estos días recibe todos los dardos. La derecha no le perdona el que, además de ser comunista, le haya revuelto el gallinero a Piñera y a los empresarios. Para ellos, es sólo “una rotita” metida a gente. Nada nuevo: es el mismo clasismo que sufrieron ministros de Allende provenientes del mundo obrero y campesino.

La designación de Bárbara Figueroa como embajadora de Chile en Argentina, enloqueció una vez más a la derecha, que como un “puchingball” cualquiera viene recibiendo rudos golpes desde el Plebiscito del “Apruebo” o el “Rechazo”, cuando obteniendo un escuálido 20% supo que en la Convención Constitucional no tendrían los votos necesarios para defender la espuria Constitución de 1980 dictada por el dictador rasca y patán. Tema no menor, porque esta Carta Fundamental, dictada entre gallos y medianoche por un grupo selecto y reducido de “macucos” afines a la dictadura, fue la viga maestra de la derecha y sus cómplices de la Concertación para abusar que fue un gusto del populacho durante más de 40 años.

Y aunque la designación de la ex timonel de la CUT no fue la única que a pocos días de haber asumido realizó el Presidente Gabriel Boric, las críticas destempladas de la oposición se concentraron en la dirigente sindical que, para colmo, según estos zopencos, es militante comunista. Ni Paula Narváez como embajadora del país ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), ni Sebastián Kraljevic ante la Organización de Estados Americanos (OEA), o los nombres de Sebastián Depolo en Brasil, o Tucapel Jiménez en Suecia, provocaron parecido revuelo y rechazo por parte de una derecha que, criticando la designación de Figueroa, demostró poseer una caradura tan potente y a prueba de balas como la de su líder hasta el 11 de marzo, cuando para alegría de la inmensa mayoría de este país Sebastián Piñera Echeñique cerró por fuera la puerta de La Moneda.

“Un premio de consuelo”, “una designación eminentemente política”, dijeron los voceros habituales de la UDI, RN o Evópoli, sin poder disimular sus arcadas y su contrariedad. “No tiene nada de diplomática”, saltó otro que, queriendo ser más original y no repetir como loro monsergas ya gastadas, recordó las veces que, haciendo oír la voz de los trabajadores en el Congreso, Bárbara Figueroa perdió los estribos ante tanto arreglín y tanta sinvergüenzura del duopolio gobernante durante más de tres décadas.

Como corresponde a una dirigente sindical, genuina y popular, más de una vez  a Bárbara en el Congreso se le cayó la gramática y, tratando de ser detenida por los pacos, hizo recordar esa vieja y conocida canción de Jorge Yáñez con Los Moros (“Con brotes de mi siembra”), que reza “¡no podían sujetarlo, qué cristiano con más fuerza…!”.

Barbara Figueroa, embajadora de Chile en Argentina. Fotografía: Difusión CUT

Porque Bárbara, maceteada y acostumbrada desde chica a los entreveros, por último le hizo honor a su nombre yéndosele en collera a los pacos. Y una cosa así, por cierto, es muy mal vista por parte de gente que, en su infinita hipocresía, gusta que las golpizas y hasta los asesinatos sean lo más privados y piolitas posibles. Digo, porque no los recuerdo haber visto protestando nunca en aquellos tiempos en que los esbirros del dictador ignorante y ladrón, felpeaban al populacho por quítame estas pajas. Y eso cuando andaban de buen genio, porque con la bala pasada torturaban, quemaban y hasta hacían desaparecer. Menos cuando, con ocasión del estallido social, pacos y milicos volvieron a cometer tropelías que muchos creían superadas.

No es casualidad, pues, que la designación de Bárbara Figueroa tenga con ataque de furia, con urticarias surtidas, a la genuina derecha e incluso a los derechistas de la ex Concertación. ¿Dónde se ha visto que en un país ordenado y decente se designe embajadora a una dirigente sindical, y comunista por añadidura? ¿Qué Presidente criterioso puede entregarle tal responsabilidad a una “rotita” que lo único que hizo, desde su alto cargo en la CUT, fue revolverles el gallinero a los empresarios y al inepto de La Moneda?

El problema para estos pijes relamidos, y más de un picante que sueña con ser uno de ellos, es que el gobierno de Alberto Fernández no demoró nada en dar su “agreement”, como dicen los siúticos, al nombramiento de Bárbara Figueroa como embajadora de Chile en Buenos Aires. Es decir, si esperaban que el gobierno peronista se hiciera eco de la campaña iniciada por la prensa argentina que responde a los dictados de la derecha trasandina, y rechazara el nombramiento de Gabriel Boric, se quedaron con las ganas nomás.

Como dijo una vez Alfio “Coco” Basile, director técnico de la selección argentina tras perder con Chile, “a llorar a la iglesia”. Nosotros, siguiendo con las menciones futboleras, agregamos que “cualquier reclamo, a la FIFA”.

Respondiendo a su inveterada sinvergüenzura, la derecha, cuando habla de “cuoteo” y “premios” de consuelo respecto de esta nominación de embajadores, parece olvidar que Sebastián Piñera, frescolín como él sólo, llenó las embajadas de Chile en el mundo repartiendo premios de consuelo como orate. No sólo eso: cometió el descriterio, porque no le cuesta nada, de intentar designar como embajador de Chile en Argentina nada menos que a su hermano Pablo. El nepotismo a toda orquesta, mientras la inmensa mayoría de los personeros de su coalición miraban al techo y se hacían los giles.

Pero esto de Bárbara Figueroa, y la feroz campaña mediática desatada por los medios opositores, es decir, casi todos, no tiene nada de nuevo. La vivió Salvador Allende al conformar su gabinete y designar, en algunas carteras, ministros que siendo capaces, y sobre todo honestos, arrastraban el inmenso pecado de provenir del mundo rural y sindical, porque o eran obreros o eran campesinos.

Para la oligarquía chilena, tal atentado al buen gusto y a las buenas costumbres era inaceptable. Nombres como los de Américo Zorrilla en Hacienda, Rolando Calderón en Agricultura, Mireya Baltra y Lucho Figueroa  en el ministerio del Trabajo, fueron ferozmente combatidos y rechazados sólo por sus orígenes modestos, porque aparte de capaces y empeñosos, ninguno de ellos podía ser apuntado con el dedo por robo, estafa y otras sinvergüenzuras que, con los años, formaron parte de los currículos de los “niñitos bien”, que no fueron excepción en gobiernos, reparticiones y ministerios.

No sólo eso: Américo Zorrilla, Rolando Calderón, Luis Figueroa, Mireya Baltra y otros tantos subsecretarios provenientes de ese mundo, fueron mirados siempre con un indisimulado desdén. Para los que siempre en este país han tenido la plata, y por lo tanto la sartén por el mango, se trataba de puros “rotitos metidos a gente”.

Es lo mismo que, sin decirlo, ahora piensan de Bárbara Figueroa. Es el clasismo chileno en su máxima y habitual expresión.

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