Aparte de la desastrosa conducción que ha protagonizado la usurpadora Concesionaria que rige los destinos de Colo Colo, el vicepresidente ejecutivo demostró que, como todo advenedizo, no entiende ni podrá jamás entender lo que el club significa para sus hinchas.
*Lautaro Guerrero
Hablando con la frialdad propia de un gerente de empresa cualquiera, y con la indiferencia propia de un advenedizo, porque eso y nada más es en Colo Colo, Harold Mayne Nicholls le restó por completo importancia y dramatismo a la posibilidad más que cierta de que el club albo pierda al final de campeonato la categoría y descienda por primera vez a la “B”, tras 95 años de gloriosa historia.
“El mundo no se acaba si toca descender. No habrá problemas en La Moneda. El país tiene problemas más importantes”, dijo el actual vicepresidente ejecutivo de Colo Colo, cargo que logró por obra y gracia de un sistema de Sociedades Anónimas Deportivas que ha resultado un colosal fiasco, aparte de ser por su naturaleza un tipo de organización tan nefasto como corrupto.
Porque Mayne Nicholls jamás en su vida ha sido colocolino. Sólo se disfrazó de tal luego que Aníbal Mosa creyó -como el niño que es- que sería para Blanco y Negro un gigantesco acierto integrar al directorio -bastante bien pagado, por lo demás- a un personero que se identificó siempre con Universidad Católica, por más que quienes conocen a Harold juran que su corazoncito futbolero es “Puma”, o sea, de Deportes Antofagasta. Y es que fue a través del club de la franja que Harold Mayne Nicholls fue escalando en el ámbito directivo hasta llegar a ser alto personero FIFA y, finalmente, presidente del fútbol chileno.
Partamos por aclarar que Mayne Nicholls no dijo ninguna mentira en las tres frases antes reseñadas. Efectivamente, si el mundo todavía no se acaba, teniendo al hombre como habitante prominente del planeta, por encima de delfines y monos, que según nos cuentan nos siguen en “inteligencia”, imposible que se acabe si el “Cacique”, como parece ser, se va a los potreros por primera vez en su historia.
Tampoco es una mentira que, de ocurrir lo que todo hincha albo teme, no habrá problemas en La Moneda. Tenemos ya en ese lugar, “donde tanto se sufre”, como dijo un ex Presidente, a un tipo cuya ineptitud y desapego de la realidad es tan enorme que, ni aunque sus cercanos fueran a contarle la eventual caída del “Cacique”, se daría por enterado. Y si por esas cosas de la vida llegara a enterarse, de seguro que no se le va a mover un pelo.
Aparte de que a estas alturas de su pobre existencia ya debe haber olvidado por completo su repentino hinchismo por Colo Colo, al caballero del 7% de apoyo sólo le importa continuar en el cargo hasta que constitucionalmente se termine su período de cuatro años que, para el ciudadano común de este país, han parecido un siglo.
“El país tiene problemas más importantes”, fue la última verdad irrebatible de Mayne Nicholls. Y es que, ¿quién con más de dos dedos de frente osaría retrucarlo? De partida, tenemos un problema de cincuenta años que es la madre de todos los problemas subsiguientes: un sistema económico neoliberal salvaje y administrado además por una clase política despreciable, que durante tres décadas nos ha metido el dedo en la boca como ha querido. Una casta política privilegiada y sinvergüenza que, a pesar de todas las clarísimas señales que viene dando el pueblo de su choreamiento, su ira y su hastío, pretende seguir pasándonos por el aro y, a través de una Constituyente a su pinta, cambie la Carta Fundamental del tirano ladrón, patán y rasca, por otra que parezca distinta pero que al fin y al cabo sea lo mismo.
Vayan preparándose, muchachos, para ver presentarse como candidatos a la Constituyente a los mismos bacalaos de siempre, ansiosos por salvarnos la vida a costa de cortarnos el cuello, como canta el Maestro Serrat.
El problema de Harold Mayne Nicholls, pues, no es de lógica ni de retórica, que por donde se le mire suena impecable. El problema de Harold es que está hablando de una pasión, de un cariño y un sentimiento que él no conoce, y eso ya era motivo suficiente para haberse quedarse callado.
¿Quién te autorizó, Mayne Nicholls, para intentar interpretar lo que sería la reacción del pueblo albo si Colo Colo pierde la categoría? ¿Con qué derecho, si eres un completo extraño a su tradición y a su historia? ¿Con qué autoridad intentas una ficción futurista de pacotilla si, al final de cuentas, te emparentas con Leonidas Vial y Gabriel Ruiz Tagle como un total y absoluto advenedizo en el club más popular y ganador de Chile?
Ubícate, Mayne Nicholls. Que esto no es Universidad Católica, con experiencia en los “potreros”. Tampoco Deportes Antofagasta, que proviene de allí y en cualquier momento puede volver. Esto es Colo Colo, viejo, y bastaría con que te leyeras su historia para evitar hablar verdades que, para la lógica y la pasión futbolera, te guste o no, son puras y simples burradas.
Colo Colo es tenacidad, esfuerzo, iniciativa, épica y heroísmo. Cualidades que no por casualidad suelen reunirse y condensarse en aquello que desde siempre conocemos como “pueblo”, por más que a los políticos caraduras y zopencos que tenemos les haya entrado el pudor y hayan preferido decir “la gente”. “Eso de pueblo es de rotos, posom. Está bien que lo utilicen los ñurdos, pero no nosotros, que constituimos otra categoría”, deben haber pensado esta manga de infelices.
Quiero decirte, Mayne Nicholls, que si Colo Colo se va a la “B” es ese pueblo que los de tu calaña desprecian el que estará de luto. Ese pueblo que se levanta cuando aún es de noche para laburar y tiene que mamarse cuatro o cinco horas diarias en el Metro o en las micros, de ida y vuelta, pelar el ajo y ser abusado o humillado por una paga miserable, tiene sus pocos momentos de satisfacción y alegría cuando el “Cacique” gana y demuestra en la cancha que el espíritu de David Arellano sigue vivo, a pesar del paso de los años y de las generaciones.
Pero eso, tú, Harold, no lo entiendes. En realidad, no puedes entenderlo. No sólo porque tú no perteneces a ese pueblo humilde y sacrificado, sino porque tampoco pudiste identificarte nunca con esa pasión inmensa y desbordante llamada Colo Colo.
Me contaron que, entrevistado por Guarello, hablaste de que incluso yéndose a la “B”, Blanco y Negro (no Colo Colo, eso que quede claro), igual tendría la promesa de dos empresas transnacionales que estarían dispuestas a meter plata.
Que se guarden su plata, Harold, que el colocolino no está pensando en los millones o en la repartija de dividendos por acciones. Está pensando única y exclusivamente en tener un equipo que esté a la altura de lo que ha sido su tradición y su historia. En un club que vuelva a sentir suyo, sin la presencia repelente y nefasta de estos aparecidos, albos de la hora nona.
Y, por supuesto, deseando con el alma y el corazón que se vayan esos usurpadores de Blanco y Negro, que, muy al estilo de lo que es este país, llegaron regalando espejitos y cuentas de colores, y prometiendo un club de ensueño.
De partida, después de lo que dijiste, tú debieras ser el primero en cerrar la puerta del Monumental por fuera. Porque claramente estás en un corral ajeno. Porque simplemente no sintonizas, ni puedes sintonizar, con los sueños y anhelos del pueblo albo. ¿Te parece poco?
¿Te fijas, Harold, que cuando se dice que “Colo Colo es Chile, y Chile es Colo Colo”, la exageración igual envuelve una gran dosis de verdad?
Porque a Colo Colo se lo robaron gracias a Ricardo Lagos, Sebastián Piñera y otros personajes de parecida calaña. Genuinos representantes de una casta política vil que, tras la despreciable y abyecta dictadura, año a año se ha venido robando el país impunemente y en descampado, mientras nosotros, el perraje, en ocasiones hasta les avivábamos la cueca.
Así durante 30 largos años, hasta que, como en cualquier cuento, “erase una vez un 18 de octubre, en que el pueblo definitivamente se despabiló”.