Coloridas, masivas, familiares… En más de cuarenta ciudades de Chile se desarrollaron manifestaciones de repudio a nuestro fracasado sistema de pensiones. Sólo en la capital los organizadores calculan en 150 mil las personas que asistieron a la gran marcha “No Más AFP” (#NoMasAFP), lo que revela una creciente conciencia sobre los aspectos más aberrantes del sistema y sobre los riesgos que éste representa para el futuro del país. La masividad de esta marcha pone en la agenda la necesidad (inevitable a estas alturas) de una reforma que desmonte esta verdadera fábrica de mendigos creada por José Piñera.

La siguiente máxima acaso sea la primera gran conclusión después de presenciar las masivas marchas realizadas en paralelo a lo largo de Chile: la eliminación del sistema de las AFP ya es un tema-país, y la posibilidad de acometer su demolición ha de ser ineludible en las discusiones políticas de fondo, las ideológicas, las de verdad, esas que duelen, toda vez que apunta a esa tensión existente entre dos visiones de mundo: el mundo en que cada uno se rasca con sus propias uñas y aquel otro mundo que gira en torno a la solidaridad y la colaboración entre los trabajadores, más todavía si se trata de trabajadores que han salido del mercado laboral por vejez.

La gente que tiene su propia agenda, y los políticos chilenos no tienen otra opción que aceptarlo e incluirlo en la discusión que se dé con motivo de la próxima elección presidencial. Es prioritario hablar del fin del sistema de las AFP, un fracaso rotundo ahí donde haya sido implementado, y eso el común de los chilenos lo tiene bastante claro.


Si los milicos no se pasaron (al sistema de las AFP), es obvio que sabían que iba a ser un fracaso. Está claro”, decía don Salustio, hombre entrado en años. Su nieto, Federico, que lleva sus buenos años en el mundo laboral, agrega: “El otro día una ejecutiva de una AFP me invitaba a hacer cálculos y planes complementarios de ahorro para llegar a una cifra equis. Yo le dije que ya me daba lo mismo cotizar en una AFP porque creo que el sistema está condenado a desaparecer”.

He ahí otro tópico de la discusión en torno a este fracasado sistema (el sistema de ahorro forzoso para el financiamiento barato de empresas privadas): la evidente disparidad que existe entre el mundo civil y el mundo militar. “La diferencia es muy grande”, dice Lorena, trabajadora bancaria, quien se suma al coro multitudinario que grita y canta contra esta injustificable situación de privilegio. “Yo no digo que ellos ganen menos. Yo pido que nosotros ganemos como ganan ellos. Si nosotros no podemos recibir una pensión más parejita, entonces ahí sí que tienen que bajarles la pensión (a los uniformados). No podís ser privilegiado por andar jugando a las guerritas”, agrega.

El alcalde de Huechuraba, Carlos Cuadrado, fue uno de los pocos políticos que se dejó ver en la marcha.

Menudo problema tienen las AFP, toda vez que estarán obligados -si lo que quieren es defender tan buen negocio- a explicar todo aquello que no tiene explicación ni paralelo en otros países del mundo. ¿Por qué tan pocos países han adoptado el sistema de las AFP? ¿Existe otro lugar donde el empleador no contribuya al sistema? ¿Qué evidencia hay de la presunta bancarrota de los sistemas de reparto? ¿Por qué mantener un sistema que no ha logrado cumplir una sola de sus promesas?

“Yo me pregunto otra cosa, fíjese. Por ejemplo: estas cosas que proponen las AFP para mejorar las pensiones, ¿cuánto van a ayudar a mejorar las pensiones? Podríamos sacar diez luquitas más, o veinte. ¿Qué diferencia habría para nosotros ganar diez o veinte lucas más a fin de mes? Una pensión no es menos miserable por recibir 10 o 20 luquitas más. Por eso yo encuentro que nada de esto tiene asunto”, dice Rafael, de sesenta años, chofer del Transantiago. Una mujer de mediana edad interviene y dice tener otra pregunta: “Yo me pregunto: ¿no es malo para un país que mucha gente se convierta en pobre? Si vamos a sacar tan poca plata cuando nos jubilemos, entonces el país se pondrá pobre poh. Ellos mismos dicen que ahora habrá más gente vieja”.

No hay muchas esperanzas en que las fuerzas políticas que predominan en el espectro impulsen una cirugía mayor, ni en éste ni en otros pilares de aquel “modelo” económico heredado de la dictadura y profundizado en la eterna transición a la democracia. “Los locos (los políticos) son todos corruptos y seguro reciben plata de las AFP, o las AFP les pagan las campañas, o qué sé yo… O quizás les saben las yayas. Por eso no mueven un dedo por la gente. Este sistema sólo ha demostrado ser bueno para las empresas, para que crezcan y puedan instalarse en otros países”, dice un joven que se identifica como Mauricio, y otro más allá se pregunta si la idea de una AFP estatal no acabará siendo otro engendro inútil.

“¿Qué gran diferencia habría con una AFP estatal? No hay AFP buena. El tema son las AFP, no si son estatales o privadas”, señala. A pocos metros, el alcalde de Huechuraba, Carlos Cuadrado Prats, se reconoce como partidario de poner fin al sistema de capitalización individual y da pistas sobre la escasa voluntad de los partidos por realizar una reforma profunda, lo que bien puede explicarse por la falta de músculo político, carencia de equipos técnicos, o quizás por simple y llana convicción de que lo mejor para Chile es un sistema de AFP: “¿Has visto a otros políticos en la marcha?”, pregunta el alcalde, a modo de respuesta.

El Soberano

La plataforma de los movimientos y organizaciones ciudadanas de Chile.

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