La semana pasada, el mensuario “El Ciudadano” calificó como “ladrón” a nuestra primera autoridad de la República. En portada, grandes letras, y una foto de Sebastián Piñera con gesto torvo. Por ser un hecho tan histórico como inaudito, imaginé a todo un país revolucionado por tamaño agravio. Para mi sorpresa, hasta aquí no ha pasado nada.

Por LAUTARO GUERRERO

De pie frente a un quiosco de diarios en calle Ahumada, no daba crédito a lo que mis ojos veían. Entre periódicos que han  hecho de la farándula y la estupidez humana la principal razón de su incomprensible éxito de venta, y otros pretendidamente más “serios”, que sin embargo igual día a día pretenden pasarnos gatos por liebres, la portada de “El Ciudadano” correspondiente al mes de septiembre era una bofetada al primer mandatario del país y a todos sus súbditos: “Un ladrón de Presidente”, rezaba el titular principal -y único, por lo demás- de la publicación mensual, graficado -además-, con una gran foto de Sebastián Piñera con gesto torvo.

En medio de mi asombro, no pude dejar de comprarlo. Era, sin lugar a dudas, una publicación histórica. En mis casi 70 años de vida, y durante medio siglo como periodista, por añadidura, jamás había visto que al Presidente de la República de Chile un medio lo calificara con todas sus letras como “ladrón”.

En tiempos de máxima polarización política, “Clarín” trataba insolentemente a Jorge Alessandri Rodríguez, candidato a una nueva presidencia para los comicios de 1970-1976, como “La Señora”. Por contraste, el diario “La Tribuna”, en las antípodas ideológicas del diario que por aquellos años dirigía el “Gato” Gamboa, intentaba por todos los medios convencer al pueblo (perdón, a la “gente” como se dice ahora), que Salvador Allende, en precario equilibrio desde el momento mismo de su victoria en aquellas históricas elecciones, no era más que “un frívolo y un borracho”.

No obstante, en aquellos días de guerrilla cruenta y desalmada por defender y atacar posiciones políticas, jamás un diario, un periódico o una revista, se había atrevido a calificar como “ladrón” a un Primer Mandatario.

Ni siquiera la revista “Topaze”, que en décadas ya pretéritas basó su éxito de tiraje y venta en un vitriólico humor político del que no se escapaba nadie. O en realidad, y para ser justos, muy pocos. Partiendo seguramente por los dueños del propio medio, sus amigos más cercanos y, por cierto, sus auspiciadores.

Como someros ejemplos, Topaze calificaba a Pedro Aguirre Cerda como “Don Tinto”, por su afición al buen vino, y a Carlos Ibáñez del Campo como “El Caballo”, por lo bruto. Y “Verdejo”, un linyera sin oficio y menos una profesión, vestido en forma zarrapastrosa representaba a ese pueblo abnegado y sufrido, llevado de allá para acá por una clase política que se desvivía por sacarlo de su condición miserable.

Eso era, al menos, de lo que pretendían convencernos…

Pero esto de calificar como “ladrón” al Presidente Piñera era único, insólito e inaudito.

El Ciudadano”, ese día que lo vi colgando de un quiosco, llevaba pocas horas en la calle. No pude dejar de pensar en la que se iba a armar en el país a partir de ese momento.

Imaginé al ministro del Interior, Andrés Chadwick, organizando raudamente un punto de prensa en La Moneda para, en nombre de su jefe, el Presidente, anunciar una querella por injurias y calumnias. A la vocera de gobierno, Cecilia Pérez, hablando de cosas parecidas, porque después de todo la lealtad en esos cargos es tan imprescindible como valorada.

No era todo: pensé -también-, que políticos de todos los sectores -periódico en mano-, saltarían a la palestra. Algunos para evidenciar su furia por un ataque tan injusto como artero y falso; otros, para señalar que “esto no le hace bien al país. El Presidente debiera decir algo”, mientras se aguantaban la risa tanto como se relamían los bigotes.

La misma prensa -imaginé también-, tendría que reaccionar. La gobiernista, y ciertamente obscenamente mayoritaria, para “apretar” al director de “El Ciudadano” (Leo Robles, de acuerdo al “staff” que en la publicación aparece), y tratar por todos los medios de que se desdijera, de que le bajara el perfil a un entuerto de dimensiones bíblicas aquí y en la Cochinchina. La opositora -reducida a unas pocas páginas en la web-, de una u otra manera -y con mayor razón-, también tendría que hacerse eco.

Porque si todos se hacen eco de trivialidades, como el último escándalo de la Pilar Cox, la última pega de Parived, o el último “kiki challenge” protagonizado por la inefable alcaldesa de Maipú, Kathy Barriga, ¿cómo no iban a aprovechar esta deliciosa coyuntura para por último revolver el gallinero y engrosar de ese modo su número de lectores?

Para mi asombro, no menor al que me invadió tras haber visto la portada de marras, aquí no ha pasado nada.

Fue como si “El Ciudadano” nunca hubiera aparecido llevando tamaña portada. Peor aún: es como si la publicación no existiera.

Andrés Chadwick y Cecilia Pérez siguen a este respecto con la boca absolutamente cerrada. Igual los políticos de todos los colores. Y esa reacción -más bien dicho “no reacción”- uno puede interpretarla únicamente de dos maneras: o no les conviene agitar las aguas y enrarecer el ambiente justo en medio del triunfalismo patriotero que produjo el fallo en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, o unos y otros entienden que, de escalar esto hasta los tribunales, pueden volar todas esas plumas que hasta aquí ni siquiera se han movido de su sitio.

Como sea, esto no puede quedar así. Sería imperdonable que un país serio aceptara así como así que a su Presidente se lo califique de “ladrón” sin que tamaña calumnia no traiga consecuencias.

Sé, Presidente, que además de sus múltiples preocupaciones y desvelos, usted por estos días se encuentra en plena gira europea. Dicho eso, y mientras me froto las manos pensando en todos los beneficios que su visita a Francia, España, Alemania, Bélgica e Italia, traerá para nuestro pueblo, como humilde ciudadano le pido que por ningún motivo deje pasar este gratuito e innecesario agravio.

Porque afecta su bien ganada honra. No sólo la suya. Piense en sus hijos, que deben estar destrozados por esta calumnia.

Piense, por último, en todos los habitantes de este sufrido Chile. Porque está bien, por último, que seamos pobres y en permanente “vía de desarrollo”, como siempre nos califican los vendedores de pomadas, pero está muy mal que -además- seamos conducidos por un delincuente, como pretende hacernos creer “El Ciudadano”.

Para decirlo pronto y claro: acuda a los Tribunales. Queréllese por esas inauditas injurias y calumnias y que al calabozo vayan todos los que allí merecen estar. No tenga la misma generosidad que hasta ahora ha tenido con ese tal señor Francisco Armanet, el otrora «trader» de Bancard que materializó la compra de acciones de LAN, quien dijo entre líneas cosas terribles de usted y usted, para no perder parte de su valioso tiempo, ni calentarse la cabeza, optó por quedarse mudo en circunstancias que un país entero lo único que quería era que la felonía fuera castigada como se merece. Eso al menos es lo que sale en el libro recientemente publicado por Sergio Jara Román, «Piñera y los leones de Sanhattan».

Déjese de ser tan buena persona, Presidente.

El Soberano

La plataforma de los movimientos y organizaciones ciudadanas de Chile.

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