El presidente de Estados Unidos anunció que su país, uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero, dejará de adherir al Acuerdo de París, lo que podría acelerar el desastre ambiental, económico y social que supone el aumento de las temperaturas en el globo. ¿Cómo se explica tanta irracionalidad? La Asociación escéptica de Chile hace un llamado de atención sobre el creciente desprecio por la evidencia científica y entrega ciertas claves que nos ayudan a comprender los criterios y creencias que sostienen una decisión tan irracional como suicida.
Enfermedades que se creían erradicadas vuelven a aparecer debido a la propagación de teorías conspirativas que han impactado en las tasas de vacunación, especialmente en Occidente. Un mundo parece encaminado a un despeñadero por la acción (y omisión) de quienes niegan no ya sólo la existencia del cambio climático, sino la responsabilidad del ser humano en el origen de tan nefasto fenómeno para el futuro de la humanidad.
¿En qué minuto triunfó la irracionalidad? ¿Cómo es posible que la evidencia científica y la realidad factual, esa que se basa en hechos y no en palabras, sea merecedora de tanto desprecio? ¿Cómo es que los farsantes y los charlatanes se impusieron a sabios y filósofos? Muchos ya han adelantado opiniones y teorías al respecto, pero un número importante de pensadores cree que la desesperación derivada de la última crisis financiera internacional contribuyó no sólo a desestabilizar el orden geopolítico global, sino que a desmoronar todo un sistema de creencias y valores que sostienen la frágil convivencia en sociedades complejas como la nuestra.
Develada la complicidad entre banqueros, corporaciones y políticos (la estafa sub-prime), las personas han dejado de creer en muchas cosas. Y las verdades objetivas que aún sobreviven a tanto descreimiento quedan en permanente estado de sospecha. La decisión adoptada por Trump de sacar a Estados Unidos del Pacto de París es una prueba más del desprecio por el conocimiento científico.
“El poder, y también las personas comunes y corrientes, mira con buenos ojos la ciencia en la medida que permite predecir temporales o cambios climáticos, para que las cosechas sean más abundantes, o cuando aterriza en innovaciones tecnológicas como internet, celulares, avances médicos, en fin”, recuerda Luis Cárdenas Graide, Presidente de la Asociación Escéptica de Chile. “El problema es que estas cosas no surgen de una revelación divina, sino que surgen de un proceso, de una aproximación siempre crítica a la evidencia, y ese proceso es rechazado por las facciones más reaccionarias porque en sí mismo puede comportar una revisión crítica de los supuestos que sostienen el relato hegemónico y de los intereses particulares en juego”, agrega.
“Hay naciones donde está tan poco desarrollada la ciencia que las sociedades se aproximan a sus problemas a través de lo místico y lo metafísico, pero en el mundo desarrollado vemos organizaciones refractarias a cierto conocimiento científico que se contraponga a sus concepciones ideológicas, sus prejuicios, sus tabúes… ¡Y también sus intereses! Hay un trasfondo político importante, y muchos intereses económicos que cautelar. Eso es lo que ocurre, en el fondo, con la negación del cambio climático”, asevera Cárdenas, quien cree que esta defensa ideológica y económica, sumado al desprestigio de la autoridad, genera un marco de impugnación al conocimiento científico que se hace muy difícil de manejar.
“Hay gente que siente terror por el impacto en el modelo económico por todo lo que supone una política global que tienda a disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, el uso racional de los recursos que son finitos, o el desafío que implica la transformación de nuestros hábitos de consumo, o bien los cambios en la matriz de generación de energía y niveles de fecundidad”, añade, y se apresura en agregar: “A ello sumemos que estos grupos, generalmente conservadores de derecha, involucran elementos morales que vienen de la religión, que ha establecido una serie de mandatos como que los humanos se multipliquen al infinito y que transformen la tierra y tomen todos los recursos que Dios ha dispuesto. Es un relato muy afín a sus intereses”.
“Sumemos que los conservadores religiosos de corte evangélico están esperando la segunda venida de Cristo cuando se produzca el Armagedón. Si el medio ambiente es destruido no les preocupa pues sinceramente confían en que Jesús volverá a la tierra y nos va a salvar. Hay posturas aún más abstrusas: incluso la destrucción se hace deseable, pues cuanto antes confrontemos a la especie a su extinción apresuraremos el Armagedón. No son ideas de pastores locos, sino de políticos conservadores republicanos que lo han dicho abiertamente”, señala el titular de AECH.
“Pero esto no es exclusivo de la derecha. En las izquierdas surgen otras teorías conspirativas respecto a los productos que generan industrias multinacionales, como las empresas de alimentos transgénicos. Entonces hacen una relación falaz que los lleva a rechazar cualquier producto transgénico como el arroz dorado, que permitiría soslayar los trastornos orgánicos que supone, en muchos países, parte importante de la población más joven se alimente sólo con arroz normal, un grano que carece del betacaroteno, que es precursor de la vitamina A. Esta carencia ha derivado en importantes índices de xeroftalmia, una enfermedad que provoca la ceguera”, recuerda.
“En este caso, la derecha e izquierda unidas jamás serán vencidas”, agrega Luis Cárdenas, quien pone de relieve los desafíos educativos del futuro, como la formación del espíritu crítico a fin de discernir lo verdadero de lo falso que circula por la red, incapacidad que causó estragos debido a la proliferación de noticias falsas con motivo de los incendios forestales en el verano de 2017.