El TPP-11 fue aprobado en la Cámara de Diputados y pasa ahora el Senado. Pero más allá de la votación contraria a los intereses del país, destaca el rechazo que generó en muchos políticos de partidos de «centro-izquierda» que, hasta no hace mucho, se mostraban comprometidos ciegamente con el modelo. Eso es revelador de su agotamiento y genera preocupación en el mundo neoliberal.

Este TPP-11 no sólo será el último tratado que suscriba Chile, sino también será el primero en ser denunciado cuando la mayoría ciudadana presione por la revisión de estos contratos comerciales que anclan a Chile en su modelo de “subdesarrollo exitoso”. Mal que mal, el esquema extractivo ya es insostenible en un país saqueado y arrasado por las trasnacionales. 

Hay algo extremadamente positivo en lo ocurrido este miércoles 17 de abril en la Cámara de Diputados: el alto rechazo que obtuvo el TPP-11 suscrito por Chile. De hecho, nunca antes en la historia un tratado comercial había generado tanto rechazo parlamentario, un fenómeno que no sólo se evidenció en el Frente Amplio, sino en las mismas filas de la ex Nueva Mayoría, cuyos partidos fueron siempre acérrimos defensores de la “exitosa estrategia de subdesarrollo” seguida por Chile desde el fin de la dictadura.

Siempre será positivo que ese consenso de apoyo irrestricto al modelo se haya agrietado de esta manera, y todo sugiere que derivará en una fractura permanente. Peor aún: el mundo defensor del comercio global debe empezar a tomar nota, pues hay claros indicios de que pueden comenzar a ganar terreno aquellas posturas que apunten a renunciar -o al menos revisar- estos tratados, al menos aquellos que resulten muy lesivos para la soberanía y el desarrollo, pero el desarrollo de verdad, ese que considera incluso la salud mental de las personas, y no ese mundo de fantasía construido a partir de estadísticas carentes de sentido y desconectadas de la realidad de los chilenos de a pie.

Ese rechazo ciudadano se debe a que ha transcurrido tiempo suficiente para que chilenas y chilenos hayan sufrido en carne propia los enormes perjuicios socioambientales que ha implicado una adhesión tan entusiasta como irracional a este tipo de contratos celebrados por el Estado de Chile

Hilando más fino aún, el hecho de que pocos diputados de la ex Nueva Mayoría hayan respaldado el TPP-11 (¡la bancada del PPD votó en bloque contra el tratado!) habla del fin de la era dorada de un orden internacional especialmente diseñado para corporaciones que destacan por sus conductas criminales y abusivas, especialmente en países como el nuestro, donde la institucionalidad es frágil y la acción regulatoria del Estado destaca por lo laxa, dos rasgos muy reveladores de la enorme corrupción que afecta a gran parte de su clase política.

Resulta baladí a estas alturas determinar si esos diputados de la ex Nueva Mayoría rechazaron el TPP-11 luego de realizar un saludable examen de conciencia o si lo hicieron por mera conveniencia electoral. En el peor de los casos, reconforta saber que se vieron impelidos por un rechazo de la ciudadanía que ellos mismos, al momento de votar, reconocen implícitamente como mayoritario.

Ese rechazo ciudadano se debe a que ha transcurrido tiempo suficiente para que chilenas y chilenos hayan sufrido en carne propia los enormes perjuicios socioambientales que ha implicado una adhesión tan entusiasta como irracional a este tipo de contratos celebrados por el Estado de Chile, lo que, dicho sea de paso, demuestra el profundo sentido ideológico que mueve a sus promotores. A esos ciudadanos nadie les fue con cuentos. Nadie les lavó el cerebro. Simplemente acusan ahora las secuelas de un aparato productivo carente de expectativas e intenciones, sin norte, desprovisto de todo valor en términos de innovación y desarrollo, enamorado del subdesarrollo extractivo, y, en consecuencia, generador de empleos miserables y precarios.

La sequía en Petorca, fruto del modelo «agroexportador».

Bien lo saben aquellos chilenos y chilenas que viven cerca de desarrollos mineros que han dejado más estériles, relaves, contaminación de suelos con metales pesados, agotamiento de cuencas hídricas y comercio sexual que el pago de impuestos orientado al desarrollo de sus territorios. Bien lo saben los campesinos pobres que han visto morir a sus animales por la falta de agua o que están obligados a consumir el vital elemento de carros aljibes, pagando así el costo del “exitoso” modelo agroexportador que, de manera delirante, plantea convertir al pequeño y vulnerable territorio nacional en una “potencia agroalimentaria” para miles de millones de ciudadanos de la cuenca del Pacífico.

Estamos seguros de que este TPP-11 será el último tratado de libre comercio de tipo regional que suscriba Chile. El último tratado antes de que arranque un proceso de renuncia de este y otros tantos tratados comerciales suscritos por el Estado. Mal que mal, las corporaciones han venido a apropiarse de los recursos naturales de Chile. El esquema extractivo ha dejado de ser sostenible en el tiempo, simplemente porque ya no es mucho lo que nos va quedando después de décadas de saqueo.

El Soberano

La plataforma de los movimientos y organizaciones ciudadanas de Chile.

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