El neoliberalismo basa gran parte de su poder en la discriminación de amplios sectores de la sociedad a efectos de limitar la competencia, para que los privilegiados nunca pierdan frente a los que menos tienen. En Estados Unidos son los afroamericanos y los hispanos, en Chile son los mapuche e integrantes de los otros pueblos originarios, a los que se les somete a un asfixiante bloqueo orientado a exterminar una cultura cuyos hijos impiden, contra todo, la materialización de proyectos extractivos e hidroeléctricos en su territorio.
El racismo vuelve a la primera plana con el asesinato, en Estados Unidos, de un afroamericano a manos de la policía. ¿No es igual a lo ocurre en Chile con los pueblos originarios? ¿Cuántos mapuches han muerto o han resultado heridos por la acción policial? ¿Catrillanca y cuántos más? Muchos, en realidad. ¿A cuántos se les han conculcado sus derechos? La acción de los agentes del Estado no se limita sólo a la coacción que, por sus niveles de abuso y brutalidad, marcan de cuando en vez la agenda nacional, sino que también vive de forma cotidiana con el verdadero bloqueo cultural y económico al que se les somete. “No puedo respirar”, decía George Floyd mientras perecía ahogado en la calle. Una verdadera metáfora del espanto.
¿Qué es, si no, impedir que las mujeres mapuches vendan sus hortalizas en las calles de Temuco? ¿No es acaso una forma de asfixiarlas económicamente por la vía de restringir su única fuente de ingreso? “Lo que se hace con nuestras madres y hermanas es una injusticia tremenda”, dice Alberto Curamil, quien cree que la acción del alcalde Miguel Becker apunta a quitarles el pan de la boca.
“Este sistema neoliberal, que opera en todo el mundo, busca que las personas no puedan producir sus alimentos de manera independiente. Es una forma de dominarnos por medio del empobrecimiento. Así es como a nosotros no nos permiten trabajar, nos cierran las puertas en todas partes, no nos dejan intercambiar nuestros productos pese a que no están contaminados de químicos, aun cuando la gente los prefiera. ¿Qué problema hay con que nuestras hermanas y madres vendan sus productos cuando lo han hecho en el centro de Temuco toda la vida?”, se pregunta el lonko Curamil, quien ganó, en 2019, el Premio Ambiental Goldman, el “Nobel ambiental”, por su labor en defensa del territorio.
Lo peor es el trato vejatorio que se les brinda a estas mujeres mapuche, un espectáculo denunciado por redes sociales que, a decir de Curamil, causa una profunda indignación en su pueblo, aunque tal sentimiento al menos sirve para consolidar su determinación y espíritu de lucha. El espíritu mapuche es inquebrantable. “La razón y la justicia están con nosotros, pues son muchas las personas que intervienen enfrentándose a Carabineros para que ellas no sean humilladas”, señala el activista mapuche, quien permaneció injustamente en prisión entre el 14 de agosto de 2018 hasta el 13 de diciembre de 2019, falsamente acusado -junto a Álvaro Millalén- de un asalto a la sucursal de la Caja de Compensación Los Héroes de Galvarino, registrado en abril de 2018.
¿Será que la precarización de la vida ha hermanado a mapuches y “huincas” pobres, que ahora salen a impedir la humillante acción policial? ¿Será que nos hemos visto unidos por el abuso y la impunidad de instituciones secuestradas por el interés de la oligarquía blanca?
“Creo que después de la revuelta social mucha gente chilena se ha sumado a nuestra causa porque al final somos pobres. Hay conciencia de eso. Por eso esperamos que los chilenos cambien su Constitución, que sea algo encabezado por el pueblo, no por los políticos de siempre. Los chilenos saben cada vez más que hemos soportado mucho abuso, siglos de abusos, y empatizan con nosotros. Lo mismos chilenos se aburrieron de que nos impidan tener un desarrollo propio y que nuestras tierras más encima sean explotadas por empresas extranjeras que vienen a destruirlo todo. Es un conflicto permanente. Si nos unimos podemos formar una fuerza mayor”, declara Curamil.
¿Cómo avizora el panorama dentro de las comunidades mapuche respecto del plebiscito constitucional? ¿Apoyarán masivamente la opción “Apruebo”? Curamil responde: “Nuestro pueblo es muy diverso. Hay de todo. Como es lógico, hay muchas personas que no creen en el camino institucional porque las instituciones han dado muchas muestras de su sesgo contra el pueblo mapuche. Para mí, todas las formas de lucha son válidas. Es legítimo que un pueblo oprimido se defienda, que un pueblo usurpado tome las armas para defenderse y recuperar lo suyo. Es legítimo. De todos modos yo respeto a los compañeros que caminan por la vía institucional”.
El hambre como estrategia de la oligarquía
Alberto Curamil es uno de los principales activistas ambientales de Chile y Sudamérica. Es un liderazgo natural de su pueblo en base a un trabajo que apunta a instalar la sustentabilidad como un factor clave para impulsar el cambio de paradigma productivo que, hasta ahora, ve la naturaleza y los ecosistemas como insumos para el enriquecimiento privado.
Es obvio que, en medio de una crisis sanitaria que provocará enormes carencias económicas, el gran empresariado -y sus medios de comunicación- genere las condiciones necesarias para que la gente llegue a tal punto de desesperación que en breve empiece a sentir añoranza por el país que había antes del 18 de octubre, ese que tan contento pone a los que han logrado beneficiarse del ciclo de acumulación iniciado con Pinochet. Ese país en el que se podía aprobar ambientalmente cualquier proyecto, por muy desastroso que fuese.
En suma, Alberto Curamil advierte de esta gestión de la crisis a través del hambre, ya que no hay que esperar mucho a que los grandes empresarios pidan, en aras del empleo, aprobar sus proyectos extractivos y contaminantes, así como rebajas de impuestos a efectos de debilitar al estado.
“En Chile hay gente aprovechándose de esta crisis, intervienen los territorios sin que nadie lo sepa. Aquí están impulsando una central hidroeléctrica en el río Cautín que inundará 1.500 hectáreas”, señala el lonko mapuche.
Curamil alerta sobre el nuevo discurso “ambientalista” de los empresarios chilenos. “Es un recurso publicitario, de relaciones públicas, y nada más”, señala, con la misma desconfianza que siente respecto del gran pacto social al que invita el gobierno de Piñera: “No podemos creer en esos pactos. En teoría suena bonito, pero al mismo tiempo se insiste en una matriz destructiva. Cómo vamos a creer en un gobierno que busca aprobar proyectos para las grandes empresas. Me pareció muy bien que el estallido social obligará a cancelar la cumbre COP 25, donde hubieran llegado personajes a poner plantitas en un macetero mientras que, por detrás, apoyan proyectos de inversión, incluso mineros, que sólo vienen a destruir”.