Si bien pone el foco en el ahora Presidente Sebastián Piñera Echeñique como personaje principal en una trama de ambición y codicia, el trabajo del periodista económico Sergio Jara Román permite aproximarnos a la locura que rodeó la creación del mercado de capitales chileno y su proverbial crecimiento en los últimos años de la dictadura y la transición. Un libro que, al cabo, nos invita a reflexionar sobre el extravío ético y moral que afecta a esas sociedades cuyos individuos, privados previamente de derechos y prestaciones sociales de calidad, viven acuciados por la necesidad de dinero. Porque en esos lugares, a la larga, el dinero es lo único que importa.
Uno juzga a las personas por sus actos, no por lo que habla. Parece una frase cliché presta a ser inscrita en un bronce o en una página de libro de autoayuda. Pero es cierto. Si uno atiende los hechos registrados en el libro “Piñera y los leones de Sanhattan”, investigación del periodista Sergio Jara Román, el Presidente Sebastián Piñera Echeñique es merecedor de varios títulos poco honoríficos y uno que otro juicio de valor un tanto discutible: forjador del Chile bursátil, prócer nacional de la pasada, señera de la economía de casino, un apostador sin escrúpulos que no escatima recursos para jugar con cartas marcadas y salirse con la suya y, para peor, un especulador que no duda en delatar a los que son como él con tal de evitar pagar por las consecuencias de sus actos.
El diagnóstico es duro. “Es difícil calificar la moralidad de las personas. Trato de enfocarme en datos, haciendo mis propias investigaciones, no haciendo juicios de valor”, dice Sergio Jara Román. “Prefiero que la gente lo haga, vote o no por él. Yo sólo expongo sus formas de actuar, y claro; algunas parecen reñidas con la ética, y otras derechamente reñidas con la legalidad. Él ha sido multado, ha sido declarado reo, esos hechos están ahí, no los inventé yo”, agrega el periodista económico, a horas de presentar su trabajo, donde además destaca la delación que hizo ante la autoridad de centenares de operaciones realizadas al margen de la ley con el solo objetivo de minimizar el impacto público de su escándalo particular.
Hay hechos que no son desmentidos ni por Piñera ni por personas de su círculo, como es su bullada compra de acciones de LAN en 2006 a través de Banchile, a sabiendas de que tal operación reñía con la ley toda vez que procedió con información privilegiada, así como la existencia de grabaciones hechas por el corredor de bolsa Francisco Armanet a efectos de protegerse de futuros requerimientos legales, registros que, al día de hoy, mantiene bajo estricta reserva. “Este libro se refiere a Piñera, básicamente. Su participación en Mina Dominga, su relación con los paraísos fiscales… este libro es casi toda su carrera financiera. Una persona tiene varias facetas, pero en esta faceta relativa al dinero se nota de que Piñera, desde joven, le saca el máximo rendimiento a la plata especulando. El construye su fortuna en la bolsa, no creando empresas con chimeneas que elaboran bienes durables”, señala el periodista.
“Piñera invierte, compra barato y vende caro. Una persona que tiene entre dos y tres mil millones de dólares, que tiene semejante fortuna, es claro que va dejando muchos heridos en el camino. Esa es la dimensión financiera de él. Pero también está la dimensión política, una dimensión que no podemos discutir porque ha sabido construirla con inteligencia, independiente de si uno puede estar de acuerdo con ella”, agrega.
En retrospectiva, el surgimiento del mercado de capitales en los ’80 propicia la irrupción de estos nuevos “empresarios”, cuyo poder creciente terminará, con el correr de los años, por gravitar excesivamente en el resto del aparato productivo del país. Pero no es todo: además este grupo echa raíces cada vez más profundas en el mundo político.
“Piñera en los ’80 se hace cargo del Citicorp, la corredora más moderna del país, en circunstancias que uno esperaba que cayera en el hoyo por lo del Banco de Talca. El caso es que después de un par de meses de la declaratoria de reo (Piñera) cae parado en esta corredora nueva, potente, y eso no le pasa a cualquiera. Es ahí donde recluta jóvenes promesas de la UC, los convierte en avezados corredores de bolsa, en los ‘90 dirigen empresas, gremios, se hacen ricos, otros los emulan, dirigen otras instituciones, forman a sus propios corredores, al final hay toda una fauna que se entrelaza con el poder políitico que nos gobierna. Es cosa de ver el financiamiento de la política en el Servel, y hay que ver quiénes testifican a favor de Piñera”, señala el periodista.
Y mientras chilenas y chilenos se rompen el lomo trabajando por un sueldo a lo menos discreto, surge naturalmente la pregunta: ¿es meritocrático Sanhattan? ¿Merecen los inversionistas bursátiles y corredores de bolsa todo ese caudal de dinero y prestigio que han logrado amasar en estos casi 40 años de reinado?
“No es meritocrático, y no es mi opinión personal. Hay numerosos estudios, columnas de opinión, investigaciones cuantitativas y cualitativas que demuestran que la élite estudia en colegios donde los apellidos son los mismos, y después todo se convierte en el club de trabajo donde todos se conocen y se protegen. La industria financiera es lo mismo”, recalca Sergio Jara Román. Y agrega: “Hay un capitulo en el libro, que se titula ‘Un paseo por Sanhattan’, donde Daniel Thenoux, ex Corpbanca, ex Tanner, y que ahora tiene su propia firma, dice que 9 de cada 10 personas que están en Sanhattan no se lo merecen. Ahí pesan los apellidos, los contactos, y en eso estamos a años de luz de países como Estados Unidos”.
Todo lo anterior invita a una reflexión postrera, y que tiene que ver con el futuro mismo del proyecto-país que llamamos “Chile”, un país cautivo en la trampa del ingreso medio, que no logra dar el salto al desarrollo dada su crónica incapacidad para diversificar la matriz productiva y darle valor a lo que aquí se produce.
A grosso modo, seguimos dependiendo de las materias primas, situación que incide directamente en la menguante productividad del país, en los bajos salarios de su fuerza laboral y la obscena disparidad de ingresos, etc. Para muchos expertos en la materia, eso se debe al rol excesivamente hegemónico que juega el capitalismo financiero (en esencia muy improductivo, cortoplacista y, en suma, refractario a la innovación basada en investigación y desarrollo) en concomitancia con la industria minera, cuya productividad e innovación en Chile acusa un fuerte decrecimiento habida cuenta de que el cobre extraído y exportado es simple roca.
“Claro, todos los corredores de bolsas e inversionistas de Sanhattan son partidarios de la productividad, pero el concepto de productividad que ellos tienen es distinto al igual que las motivaciones. Ellos piensan en productividad como mayores ganancias para sus empresas y, en definitiva, para ellos mismos. No están preocupados por el país”, indica.
“Ellos no quieren una mejor distribución de la riqueza. No quieren que se reparta mejor la torta. Tú lo puedes ver ahora con esta ‘contrarreforma tributaria’, que en el fondo consiste en bajarle los impuestos a los ricos, quitarle herramientas fiscalizadoras al Servicio de Impuestos Internos y acabar con las normas que combaten la elusión y que habían sido implementadas en la reforma anterior promulgada en el Gobierno de Michelle Bachelet”, concluye.
Considerando la historia de Piñera y el corrosivo efecto que genera la corrupción del capitalismo financiero en el cuerpo social, acaso la reflexión a estas alturas ha de ser otra: ¿qué pasa en una sociedad para que estos antecedentes sean considerados irrelevantes por el electorado que elige a un Presidente? ¿Qué autoridad moral tiene un gobierno y una sociedad al plantear, con una hipocresía tan bochornosa como desopilante, una lucha frontal contra la delincuencia de los pobres? ¿Qué tan grave es la descomposición de un país que, a la primera de cambio, posterga la probidad y el decoro frente a la promesa de una prosperidad económica que, hasta ahora al menos, sigue siendo esquiva?
Y una reflexión final: ¿merecen estos tipos además una rebaja de impuestos?
Soy prima en segundo grado de S. Piñera, y aunque tiene algo así como 6 meses más que yo, no lo conocí, como sí a la tía Picha, prima hna. de mi mamá y muy amigas de jóvenes. Por eso no voté por él. Pero tengo, como se acostumbra decir, “información privilegiada” y suficiente edad para recordar ciertas cosas. La Jueza Madariaga (sobrina de Pinochet, creo), bastante dura ella, declaró en alguna ocasión que Seb. Piñera alcanzó a estar preso un día, pero que su hno. José, ministro de Pinochet, habló con ella para pedirle solucionar “el asunto”. Siempre me ha sorprendido que nadie recuerde esa entrevista a la Madariaga cuando ya estaba retirada.
Seguramente Ricardo Claro lo sabía.
Y ahora entiendo por qué mi mamá, que la quería muchísimo, decía siempre de la Picha “la pobre Picha”.